Plaza de toros de Honrubia. Más de media entrada.
Se lidiaron dos novillos para rejones y cuatro toros a pie de Toros de Mollalta. Nobles aunque no sobrados de empuje. Mejores segundo, cuarto y quinto.
El rejoneador Óscar Mota: oreja y dos orejas.
Manuel Escribano: dos orejas tras aviso y dos orejas.
Alberto Gómez: silencio y dos orejas.
Los tres toreros salieron a hombros.
De la misma forma que, con frecuencia, los aficionados nos desplazamos a otras provincias y plazas para ser testigos de la actuación de un torero paisano, ayer viajamos hasta Honrubia, población conquense, para ver la corrida en la que se iban a lidiar -y se lidiaron- toros y novillos de una ganadería ciudarrealeña como es la de Mollalta, que tuvo una presencia más que correcta tratándose de una plaza portátil, y que en cuanto a juego tuvieron el denominador común de la nobleza a raudales, acompañada de clase -juzguen si no, por las fotos, cómo metió la cara el lote de Manuel Escribano- si bien el fuelle no les sobró, aunque, según sus propias palabras, la ganadera sabe el porqué de este menguado ímpetu en sus embestidas, toda vez que la familia Colomer López no está teniendo demasiada suerte con la gente de campo que ha manejado sus ejemplares, sin meter en este saco al bueno de Alberto. Y el manejo de los toros, precisamente, supone, según algunos criadores, hasta un sesenta por ciento de lo que el animal desarrolle en la plaza.
De los ejemplares lidiados cabe destacar en positivo el lote de Manuel Escribano, y el segundo del rejoneador Óscar Mota. Alberto Gómez apenas tuvo opción. El detalle de lo sucedido lo encontrarán a continuación.
Manuel Escribano se las vio con un ejemplar noble y con calidad que saltó al ruedo en segundo lugar y al que le faltó chispa, aunque siempre la quiso coger por abajo. El sevillano se puso por los dos pitones con escaso lustre. Agarró una buena estocada entera arriba al segundo intento.
Más pujanza ofreció el quinto, que tuvo un muy potable pitón derecho, lado por el que Escribano se los sacó de uno en uno sin comprometerse en demasía. De nuevo necesitó dos intentos para finiquitar a su antagonista, lo cual no impidió que dos orejas cayeran en sus manos, quizás, como en su primero, en recuerdo del recibo con larga cambiada de rodillas y del vibrante tercio de banderillas.
Alberto Gómez nada pudo hacer en su primero, ya que el de Mollalta, ayuno de casta brava, embistió sin interés al paso, queriéndose ir hacia donde no le molestaran, acabando con él a la segunda. Perseveró ante su noble pero parado segundo, consiguiendo algún natural aceptable. Mató a toro parado cobrando una estocada casi entera.
Óscar Mota abrió plaza frente a un novillo venido a menos con el que clavó desigualmente. Subió el nivel en el cuarto, que tuvo acometividad y temple persiguiendo las monturas, clavando con mayor regularidad y lucimiento al estribo en gran parte de sus pares. Además mató muy decorosamente a la primera y las dos orejas fueron a sus manos.