Plaza de toros de Almagro (Ciudad Real). Corrida de toros. Tres cuartos de plaza.
Se lidiaron seis toros de Zalduendo, de justa presencia. Inválido el primero, manejables segundo y quinto, noble y flojo el tercero, desfondado y rajado el cuarto, muy a menos el sexto.
Morante de la Puebla (de verde lima y azabache): dos pinchazos y pinchazo hondo (silencio); media arriba atravesada (palmas).
El Juli (de gris perla y azabache): media estocada arriba (dos orejas); media estocada arriba (dos orejas).
José María Manzanares (de azul marino y oro): media estocada arriba (oreja); entera arriba (oreja).
Al término del paseíllo se guardó un minuto de silencio por el cirujano Rafael Ruiz. Diego Vicente y Luis Cebadera saludaron tras banderillear al sexto.
Juli y Manzanares salieron a hombros.
Almagro recuperó con la corrida de ayer viernes algo de su pasado esplendor, aquel que convertía la corrida del 25 de agosto en el Coso de la Cuerda en el acontecimiento taurino de la temporada en la provincia de Ciudad Real. No obstante, cabe señalar que, este año, «favorecido» por la ausencia de feria taurina en la capital manchega.
Sea como fuere, Almagro tuvo ayer, como antaño, un cartelazo y, lo que es más importante, la plaza registró una entrada notable de tres cuartos reales. Y en este contexto se produjeron cosas positivas y otras no tanto.
Las no tanto
El festejo dio comienzo con un retraso considerable, de quince minutos, suponemos que debido a la evidente dificultad habida para que el público ocupara sus asientos, abundando las expresiones y ademanes de cabreo en los muchos aficionados y aficionadas que no eran capaces de acceder a sus localidades, a pesar del retraso ya citado. Desconocemos las causas, pero de cara a próximos años y -esperemos- entradas de similar cuantía, la accesibilidad mejore.
La corrida de Zalduendo tuvo algún ejemplar sospechosamente astillado, otros de escasa entidad, y ofreció un juego deslucido. Lo que en argot taurino se llama «podrido». Aunque bien pudiera ser que solo los lidiados ayer en Almagro tuvieran esta condición. Ojala así sea.
El inicio de la lida tampoco fue brillante. Morante pasaportó sin dilación al inválido primero, que lucía -es un decir- un pitón izquierdo astillado. Tampoco tuvo un pase el desfondado y rajado cuarto, al que el sevillano tan sólo pudo dar dos verónicas de enjundia por el pitón derecho.
Lo positivo
Si algo positivo tuvo la corrida de ayer, es que el público, pasado el malestar inicial por el revuelo en los tendidos, salió relativamente contento, en gran medida por la profesionalidad mostrada tanto por El Juli como por Manzanares.
El madrileño se llevó el lote menos malo en la tarde de su despedida de ruedos ciudarrealeños, y el alicantino pareció que hizo algo sin hacer demasiado. No por él, sino por la condición de su lote.
Tales disposiciones, y las ganas de disfrute de los asistentes, evitaron que se perdiera la oportunidad de que Almagro recupere su esplendor. O al menos de que diera el primer paso en busca de este objetivo.
El Juli lo tuvo de cara en el segundo, después de que Morante tirara por la calle de en medio en el que abrió plaza. Tras vistosos lances a la verónica de recibo y veloces chicuelinas, Julián hilvanó una faena fácil a un toro noble y manejable, sin sutilezas pero aparentona, con una evidente complacencia por parte de los tendidos, que premiaron su labor con dos orejas. Las mismas que recibió en el cuarto, que tuvo condición similar al segundo. El Juli, inteligente, se la dejó en la cara para ligar series de compromiso justito pero que hicieron las delicias del público, que terminó aclamándole con «Torero, torero.» Incluso alguien dijo «No te vayas». Pero bueno está lo bueno. Hay que dejar paso.
Manzanares se enfrentó a un ejemplar de cierta boyantía pero menguado fuelle. Con semejante paño el alicantino alternó series pulcras y medidas con ambas manos, con el de Zalduendo pidiendo mucho tiempo entre serie y serie para aguantar, de aquella manera, los cinco y el de pecho de rigor. Paseó un trofeo, como una fue la oreja que recibió en el parado sexto, al que tumbó de una contundente estocada que, a la postre, resultó lo más reseñable de su actuación.