En cuanto a los toreros de a pie, la temporada ha tenido, de manera incuestionable, un nombre propio: José Antonio Morante Camacho, Morante de la Puebla en los carteles.
El sevillano ha sido el principal protagonista del año no solo por haber alcanzado la cifra de los 100 paseíllos en tiempos de reducción, sino por cómo lo ha hecho.
Morante se ha anunciado en plazas de todo tipo, se ha dejado televisar por Movistar Toros y por las televisiones regionales, no ha rehuido ni renunciado a compartir cartel con toreros consagrados, jóvenes emergentes, jóvenes casi desconocidos, toreros de su mismo palo, y con algunos radicalmente opuestos, además de hacerlo con ganaderías que se salieron del sota, caballo rey de otros años. En esta temporada, por ejemplo, se enfrentó a vacadas de encaste Domecq, por supuesto, pero también de Núñez, Miura, Galache o Santa Coloma. Y con éxito. Ahí está, por ejemplo, su memorable faena a un encastado Alcurrucén en la Corrida de Beneficencia de Madrid, su obra frente a un Galache en Salamanca, o muchas otras de todo tipo, porque las faenas de Morante este año han ofrecido una variedad de planteamientos y desarrollos al alcance de alguien que tiene el toreo del pasado y del presente en la cabeza. Puede que incluso el del futuro. En suma, Morante ha demostrado ser muchísimo más que un torero de arte. Lo que para muchos supondría una etiqueta que lucir orgullosamente, en el sevillano sería como considerar el Quijote como una simple novela humorística.
La temporada 2022 también ha tenido gran carga de protagonismo castellano manchego. Más concretamente toledano, pues hasta tres fueron los toreros de tal provincia que salieron a hombros por la puerta grande de Madrid. A saber: el novillero Álvaro Alarcón, y los matadores de toros Ángel Téllez, por dos veces, y Tomás Rufo, que antes que la de Las Ventas también abrió la del Príncipe de Sevilla. Y los tres lo han hecho con un toreo asentado, muy de verdad, sin efectismos, y que puede darnos muchas alegrías en el futuro. En especial la dimensión mostrada por Rufo, un torero con una capacidad al alcance de los elegidos, al que le funciona tanto la cabeza como el corazón -o si lo prefieren, la bragueta-.
No podemos obviar la temporada llevada a cabo por Roca Rey, quien durante la del 2021 calentó motores para, en éste, desbocar una ambición sin límites. Sin embargo ha tenido la “desgracia” de coincidir con la plenitud del genio de La Puebla del Río, quedando relegado a un segundo lugar que le habrá hecho poca gracia. No obstante, la salida a hombros de Madrid conseguida el 12 de octubre le habrá endulzado el gusto.
Especial mención merece su actuación en la feria de Bilbao, en la que se jugó la vida a carta cabal, suponiendo un antes y un después en su consideración. Antes de Bilbao Roca Rey era -exceptuando a José Tomás- el más taquillero, asociando sus actuaciones a los tres cuartos de plaza. Después de Bilbao las tardes de “No hay billetes” aparecieron con mayor frecuencia cuando el peruano comparecía.
Pero no hay cara sin cruz, y en ese lado “oscuro” destaca el nombre de Alejandro Talavante, quien apostó fuerte en su reaparición con cuatro paseíllos en Madrid (incluida uno frente a astados de Adolfo Martín) y la jugada no le salió. El extremeño repuntó levemente en Bilbao, pero su toreo despegado y de más forma que fondo decepcionó.
También vio la cruz de la moneda Emilio de Justo, aunque por motivos bien distintos. El también extremeño se perdió el grueso de la temporada que estaba destinada a alzarle al estatus de figura indiscutible, y terminó debiendo llevar un corsé cinco meses tras resultar cogido en su encerrona de Madrid a comienzos de temporada. Reapareció en Almería pero será el año que viene cuando veremos en qué peldaño del escalafón se sitúa el de Torrejoncillo.
José Tomás volvió a reventar en las dos únicas tardes en las que ha actuado, ambas anunciándose en solitario con cuatro toros de distintas ganaderías: la primera de ellas, de brillo menor por el menguado juego de los toros (aunque idéntico compromiso en su ejecutoria) en Jaén, el 12 de junio, y otra espléndida en Alicante el 8 de agosto.
Juan Ortega sublimó el toreo en Manzanares, protagonizando la que, a buen seguro, sea la faena del año en la provincia de Ciudad Real, y Daniel Luque también alcanzó en Almodóvar del Campo cotas de sobresaliente según nuestro compañero -y almodovareño de pro- Roberto García Minguillán, ratificando la magnífica temporada protagonizada por otro de los triunfadores del año.
Diego Ventura, por su parte, siguió reinando en solitario en el toreo a caballo, sin encontrar oposición que pueda hacerle sombra mínimamente. El caballero hispano-luso sigue sin pisar demasiadas plazas señeras del norte regentadas directa o indirectamente por la familia Chopera. En cuanto al escalafón de novilleros, de manera sorprendente y difícilmente explicable, siguen surgiendo jóvenes que hipotecan su adolescencia y juventud en pos de conseguir un sueño casi inalcanzable. Y no son pocos los que podrían conseguirlo teniendo en cuenta lo que han desarrollado en los ruedos. Ahí están los casos del hambriento -de triunfo- mexicano Isaac Fonseca (ya matador de toros), o de los españoles Álvaro Alarcón ya citado, Jorge Martínez (torero de concepto excelso), el alcarreño Víctor Hernández o el andaluz Marcos Linares, por citar tan solo cuatro nombres.
Toreros ciudarrealeños
En el apartado de toreros ciudarrealeños, Carlos Aranda tomó una alternativa de tronío; con Morante de la Puebla y Juan Ortega en Manzanares. Además, el daimieleño se enfrentó a un toro ideal para tal trance, noble y con calidad, de Castillejo de Huebra, y triunfó con él. Sin embargo no podremos decir que la temporada de Carlos Aranda haya sido buena. Varias circunstancias se alinearon para impedirlo, entre ellas una molesta e inoportuna lesión en el hombro derecho a tres semanas de la fecha de Manzanares. Puede que haya más motivos, pero los desconocemos, si bien tendremos oportunidad de conocerlos -si los hubiere y el torero tuviera a bien compartirlos- en una inminente entrevista.
Fernando Tendero sorprendió -al menos al arriba firmante- con un toreo de mayor calado que el realizado en temporadas anteriores. El primer toque de atención de tal evolución lo dio en Tomelloso en su tradicional corrida benéfica celebrada en abril. Sin contar con lote propicio, el de Villarta de San Juan anduvo con mayor templanza y profundidad, toreando más despacio y con una mayor y mejor dimensión. Tales circunstancias las reafirmó a finales de año en Bolaños de Calatrava frente a toros de Víctor y Marín. Pero claro, tampoco se pueden pedir quimeras. Fernando apenas torea (dos corridas este año), y así, como rezaba nuestro titular referido a la corrida de Bolaños, es un milagro que pueda ahondar en su concepto. Y Fernando lo ha hecho.
También merece comentario Aarón Infante, el alcazareño que este año debutó exitosamente con picadores el 16 de junio en Añover de Tajo, añadiendo a este triunfo otros logrados en La Solana o en Alcázar de San Juan compartiendo cartel con Morante, Emilio de Justo y Ángel Téllez.
Adrián Reinosa siguió forjándose en el escalafón de novilleros sin picadores a la espera de ver la oportunidad de subir un peldaño, y conocimos al espigado Israel Aparicio (de la Escuela Taurina de Miguelturra) en el festival sin picadores celebrado en Abenójar el 25 de junio, después de presentarse en público en Arenas de San Juan ocho días antes.
Y de los que llegan a los que se fueron, porque 2022 vino marcado por el fallecimiento a finales de enero del toreo de mayor tirón popular que ha dado Ciudad Real, José Ruiz Baos “Calatraveño”.
Por supuesto, han sucedido muchísimas más cosas. Pero ya les hemos aburrido suficientemente. Más sería abusar.
