Corrida de la Beneficencia. Última del ciclo continuado de San Isidro.
- Monumental de las Ventas. Domingo, 9 de junio de 2024. Corrida de Beneficencia. 21.834 espectadores. Toros de Garcigrande y El Pilar (3º), justos de presentación, cierta clase y poco juego, sin mucha fuerza; perdieron las manos; destacaron 2º y, sobre todo, el 6º
- Sebastián Castella, de lila y oro: dos pinchazos y estocada desprendida (saludos tras aviso); pinchazo, estocada tendida y descabello (silencio); estocada (silencio).
- Fernando Adrián, de blanco y plata: estocada (oreja); estocada (silencio); medio bajonazo y estocada (oreja). A hombros.
- Álvaro de la Calle ejerció de sobresaliente.
Lo gordo llegó al final. A los hechos nos remitimos. Tan solo dos matadores de toros han abierto la puerta grande de Las Ventas en el ciclo continuado de San Isidro, y ambos triunfos han tenido lugar en las tres últimas corridas.
Además, se trata de triunfos simbólicos. Una especie de aviso a navegantes sobre lo ocurrido en el mismo ruedo el año pasado, cuando tanto Fernando Adrián en San Isidro como Borja Jiménez en la Feria de Otoño, pusieron de manifiesto que hay relevo; si le dan sitio, claro.
Ayer Fernando Adrián (oreja, silencio y oreja) se la jugaba. Con tres toros pero a una carta, léase a una tarde. La única que su apoderado pudo rascar después de tirar un órdago a la empresa Plaza1 durante la negociación para la inclusión de Adrián en el abono, y que por poco le sale mal.
Por eso ayer la actuación de Fernando Adrián tuvo más pasión que perfección. El madrileño cimbreó la cintura, se pasó los toros tan cerca como el que más, y dejó momentos de gran toreo, con ambas manos, alternando ejecuciones clásicas con derechazos y naturales, con otras suertes más efectistas que fueron, en realidad, las que más encendieron a los tendidos.
Sobre todo en el sexto, un toro magnífico de Garcigrande, de nombre Bromista, al que habría cortado las dos orejas -bueno, o eso creemos, porque después de lo de Borja Jiménez…- de no perder el toro la mano derecha al arrancar hacia la muleta en la suerte suprema, y pinchar muy bajo el torero criado en la Escuela Taurina de El Juli. Mató bien inmediatamente después y el premio quedó en una oreja, que sumada a la que ya había cortado en el muy manejable segundo le granjeó la vigésimo segunda puerta grande seguida de su carrera, incluidas tres en Las Ventas.
Y volvemos a lo del relevo generacional. Basta ya de anunciar toreros absolutamente amortizados y sin mensaje, como lo es el otro integrante del cartel de ayer, Sebastián Castella (ovación, silencio y silencio). Aunque claro, es que este de vez en cuando triunfa, con generosidad como en Sevilla, pero puntúa. Otros ni eso, y ahí siguen.
Ayer el de Beziers pegó lances de capote y naturales notables al buen primero, al que pinchó, pero crujió a sus toros sin medida, y estos se quedan tiritando, sin arrancadas, a las primeras de cambio; y luego a quejarse. No creo haber visto un torero que exprima más sin sentido a los toros con inicios absolutamente desproporcionados si luego se quiere tener opciones de triunfo. En los otros dos de su lote no pasó nada.
Lo dicho; que lo de Borja Jiménez -a pesar de su tibio paso inicial por San Isidro- y el triunfador de ayer, Fernando Adrián, no es fruto de la casualidad. Ahí están sus triunfos y, sobre todo, el relieve de su toreo. Su entrega. Bien es cierto que les quedan aristas por pulir para redondear sus faenas, pero es que apenas han toreado en los últimos años, y solo viendo los rizos al toro se evoluciona en tan singular oficio como es el toreo. Miren cómo anda ahora Juan Ortega con el medio toro…
Estos, los de Jiménez y Adrián, son dos nombres que ya están en el camino. Pero no son los únicos. Incomprensiblemente hay más. Jorge Martínez (ojo con ése), y en otro aire esos Juan de Castilla e Isaac Fonseca. Sumen ustedes los suyos, que para gustos, colores.