Plaza de toros de Ciudad Real. Un cuarto de entrada. Segundo festejo de feria.
Se lidiaron cuatro toros de La Dehesilla, y dos de José Luis Pereda (segundo y sexto). Magníficamente presentados. Nobles y con clase aunque no sobrados de fuelle. Mejores primero y segundo. Muy rajado el quinto, y ásperos tercero y sexto.
Daniel Luque: oreja y dos orejas.
Emilio Huertas: oreja y ovación con saludos tras aviso.
Álvaro Lorenzo: oreja y dos orejas.
Raúl Caricol saludó tras banderillear al primero, y Juan Contreras al cuarto, ambos de la cuadrilla de Daniel Luque. También se desmonteró José Otero, banderillero de Emilio Huertas, en el segundo.
Luque y Lorenzo salieron a hombros.
Daniel Luque es un torero que tiene la suerte (o desgracia) de verlo fácil salga el toro que le salga. Y decimos lo de desgracia porque a veces su toreo peca de excesiva facilidad, y su conexión con los tendidos sufre algún que otro corte de intensidad. En Ciudad Real, en el segundo festejo de feria, se enfrentó a dos toros de distinta condición. El primero, noble y algo soso, le permitió andar a gorrazos con él. Anduvo técnicamente perfecto, llevándolo a media altura sin molestarlo, armando una faena tan pulcra como, por momentos, algo fría. En éste ya puntuó con una oreja.
Distinto fue el cuarto, un toro que protestó tirando tormillazos, sobre todo por el pitón izquierdo, y aquí es donde vimos a un Luque más comprometido, aunque en un principio dudando si dar el paso adelante o guardar la ropa. Se decidió por lo primero y aguantó tarascadas al final del viaje y apostó al dejársela y tirar de las embestidas algo desordenadas. Mató al primer intento, y aunque la colocación fue defectuosa, le fue otorgado doble trofeo. Reinó la clave de esta fiesta: la emoción. Lo correcto puede llegar a aburrir.
A Emilio Huertas el helado que fue el segundo se le derritió demasiado pronto. Justo cuando había que apretar en el final de faena. Antes había entendido al de Pereda perfectamente, sin exigirle en demasía y templando sus enclasadas embestidas por ambos pitones. Cortó oreja aunque mató a la segunda. El burraquito quinto huyó de los capotes en los dos primeros tercios, y también de la muleta cuando el torero ciudarrealeño fue a por él. Tras deambular durante unos minutos por el ruedo acertó a retenerlo en toriles, enjaretándole varias series siempre por el derecho, más tirando de pundonor que consiguiendo lucimiento estético. Lo cazó a la segunda, lo que en esta ocasión le cerró la puerta grande. Una pena.
Álvaro Lorenzo se presentaba en Ciudad Real, y lo hizo con un toro de embestida áspera, en un momento en el que el aire sopló molesto. Aunque el toro, justito de raza, no pedía sometimiento, el viento forzó al toledano a arrastrar la muleta para evitar quedar al descubierto de manera inesperada. Sin salirse de su corte clásico se arrimó cuando las embestidas decayeron en ímpetu, arrancando una oreja meritoria; como mérito igualmente tuvo la entrega con la que se la puso al descastado sexto, que se movió sin ritmo ni entrega. Lorenzo aguantó las violentas sacudidas hasta dominar la embestida del manso encastado con el que cerró una actuación en la que demostró que no vino a tirar las tres cartas a Ciudad Real, a pesar del compromiso de hoy domingo en Bilbao con Victorinos. Sin poder hilvanar trasteos de una estética apabullante, el compromiso estuvo ahí. Como debe ser.
Mención aparte merece la presentación de la corrida con los dos hierros de Pereda. Irreprochable. Seria pero bien hecha. Un tacazo. El comportamiento fue otra cosa. Hoy llegan las figuras.