Plaza de toros de Tomelloso (Ciudad Real). Corrida de toros mixta. Menos de tres cuartos de entrada.
Se lidiaron dos toros de Fermín Bohórquez para rejones, reglamentariamente despuntados, y cuatro de Carlos Núñez para lidia a pie. Manejables los de Bohórquez, y nobles aunque sin excesiva clase los de Núñez. El quinto, de nombre Buenas Tardes, número 9, fue premiado con la vuelta al ruedo. Mejor el sexto.
El rejoneador Diego Ventura: rejonazo arriba y dos descabellos (oreja); rejonazo entero arriba (dos orejas y rabo).
Miguel Ángel Perera, que sustituía a Morante de la Puebla (de azul turquesa y oro): entera caída (oreja); estocada entera trasera (dos orejas y rabo).
Antonio Linares (de blanco y oro): estocada entera atravesada que hizo guardia y entera arriba (oreja); entera arriba algo perpendicular y cinco descabellos (silencio con aviso).
Los tres toreros salieron a hombros.
La recaída de Morante por su lesión en la muñeca derecha llevó a Tomelloso a Miguel Ángel Perera, sin que la taquilla registrara avalancha de devoluciones. De hecho, no fueron pocas las entradas que se despacharon minutos antes del comienzo del festejo hasta registrar los, aproximadamente, dos tercios de aforo.
El pañuelo del presidente asomó a las 20:08, el primero saltó al ruedo a las 20.20, y la lidia, por fin, dio comienzo.
Diego Ventura se enfrentó a un primer toro noble y falto de acometida de Fermín Bohórquez. Pero la sal de la que adoleció el toro la puso el jinete montando a Hatillo y a Nómada, clavando farpas y cortas arriba. Además mató bien y se hizo acreedor de un trofeo.
La faena al noble cuarto se desarrolló de menos a más, con dos puntos álgidos: cuando clavó sin cabezada montando a Bronce y, posteriormente, a lomos de Guadiana (o eso creemos, puesto que en esta montura no sacaron cartel informativo) dejando tres cortas con los tendidos entregados. El de Bohórquez cayó con un rejón entero y fue rematado con la puntilla por el propio Ventura. El resultado de tan vibrante actuación fue la concesión del rabo.
El primero de lidia a pie empezó punteando los engaños durante los dos tercios iniciales. Sin embargo la acción sanadora aplicada por medio del temple a cargo de Miguel Ángel Perera tornó esas acometidas defensivas en más armónicas, aunque sin que la brillantez alcanzara cotas de excesivo relieve.
Perera, como Ventura, también recibió un rabo. Fue en el quinto, que se movió sin humillar, pero con continuidad cuando Perera se la dejó insistentemente en la cara, cosa que hizo, ligando tandas abundantes de escasa enjundia, pero muy profesionales y jaleadas por los tendidos. El extremeño llegó a encadenar incluso molinetes de rodillas. Y como mató a la primera y el ambiente estaba caldeado, vino el rabo, e incluso la vuelta para el toro. Lo del rabo resultó más comprensible que la vuelta.
El local Antonio Linares animó el cotarro en el tercero desde el recibo con tres largas cambiadas de rodillas. A partir de ahí, el torero local quitó por chicuelinas para, a continuación, componer una faena pulcra, inteligente, con guiños de cara a la galería, y también con fases en las que llevó con templanza al manejable ejemplar de Carlos Núñez, que no terminaba el viaje. A pesar de la deficiente estocada inicial, dos orejas fueron a sus manos.
El que cerró festejo -que fue arrastrado a las 22.50- se dejó bastante. Linares lo recibió a porta gayola sentado en una silla, aunque el toro rehuyó el encuentro. En la muleta, después de una copiosa lidia en el segundo tercio, el astado quiso rajarse, pero metió la cara con más calidad que sus hermanos, y cuando Linares se la puso con suavidad, su antagonista respondió de igual guisa. Tales factores se conjuntaron en tan sólo dos tandas, una con cada mano, pero Antonio, sin torear, supo conectar a la perfección con sus paisanos, metiendo la espada con tino. No obstante el toro tardó en doblar y Linares falló con el descabello, cambiando un muy probable rabo por un silencio.
Al final, los toreros salieron a hombros y el público contento, lo cual, al fin y al cabo, es de lo que se trata.