Plaza de toros de La Maestranza de Sevilla. Tercer festejo de feria.
Se lidiaron toros de Santiago Domecq, bien presentados y de excelente juego. Para el quinto se llegó a pedir el indulto.
José Garrido, oreja y silencio tras aviso.
David de Miranda, ovación y dos orejas.
Leo Valadez, silencio y silencio.
Un tercio de entrada.
Una corrida de toros puede alcanzar el rango de «corridón» bien por un notable trapío, por la realización de faenas sobresalientes o, como fue el caso de ayer en Sevilla, por el destacado comportamiento de los toros lidiados.
El encierro enviado por Santiago Domecq a la Maestranza de Sevilla fue ejemplar, tanto por su seria pero mesurada estampa, como por el bravo comportamiento en petos y telas. Será complicado volver a presenciar una corrida tan completa en una plaza de primera categoría.
A los toros gaditanos se enfrentó una terna conformada por José Garrido, quien cuajó una soberbia tarde de toros, a pesar de «tan solo» cotar una oreja. Fue al primero, al que recibió a porta gayola, con el que anduvo encajado y muy metido en faena. El cuarto estuvo reparado de la vista y, aunque se dejó mucho, tal inconveniente se hizo notar al coger la muleta con la mano izquierda, sin alcanzar la brillantez suficiente para tocar pelo.
El triunfador de la tarde -al margen de la ganadería- fue David de Miranda, quien cortó dos orejas a un toro extraordinario, número 30, de nombre Tabarro, lidiado en quinto lugar y para el que se pidió el indulto hasta que amagó con rajarse después de llevar encima doscientos -es un decir- muletazos, muchos muy buenos, y otros no tanto. También anduvo entonado el torero onubense con el buen segundo, al que habría cortao una oreja de no fallar con el descabello.
Leo Valadez lo intentó pero su toreo más perfilero no caló en los tendidos sevillanos.
Fotos: Arjona/Pagés