Plaza de toros de Pedro Muñoz. Algo menos de media entrada.
Se lidiaron cinco toros de Soto de la Fuente, y uno de El Pizarral como sobrero en quinto lugar. De desigual presentación, oscilando entre la ofensividad escobillada del primero, el cuajo en carnes del resto, y el anovillado aspecto del de El Pizarral. Nobles en general pero justos de casta. Mejores segundo y sexto.
Canales Rivera: dos orejas y oreja.
Julio Benítez “El Cordobés”: oreja
Daniel Ollora “El Dani”, que tomaba la alternativa: silencio y silencio.
El Cordobés salió a hombros mientras que Canales Rivera lo hizo a pie.
Hace tres años tomó la alternativa en Pedro Muñoz un torero ciudarrealeño como es Antonio Linares. Fue un doctorado con pies y cabeza, es decir, en su momento, y con intención de que ese día tan solo fuera un paso más en un camino por recorrer.
Porque tomar la alternativa son palabras mayores. O debería serlo. Por ello produce un sentimiento de tibia tristeza presenciar una como la de ayer sábado en Pedro Muñoz, en la que sí, un hombre se doctoró -es un decir-, aunque lo hiciera sin brillo, siendo un mero trámite, un objetivo sudado y soñado largamente -este torero debutó con picadores allá por 2002- y finalmente logrado.
A pesar del laconismo, Daniel Ollora, en los carteles “El Dani”, se convirtió en matador de toros con el toro número 47 de Soto de la Fuente, de nombre Oscurecida, un ejemplar que tuvo tanta clase como falta de fuelle y fuerza, y más tras derrumbarse en el inicio de faena de muleta, después de haber mostrado una gran clase en los dos primeros tercios y, también, lucir dos escobas por pitones. Su espigado matador, ya peinando canas, se puso delante y lo intentó, sin confianza ni fuste.
Más decoroso, sin excesos, anduvo frente al noble y enclasado sexto, que tuvo un buen pitón derecho, si bien tampoco le sobró la raza. En ambos toros falló a espadas.
Canales Rivera realizó una seria faena a su primero, brindada a su hijo. Su antagonista tuvo cierta clase al meter la cara abajo, pero no le sobraba la fuerza y se defendía con un derrote en el tramo final que el gaditano sorteó con cierta facilidad. Lo mató contundentemente a la primera y a sus manos fueron dos orejas. El quinto adoleció de la raza necesaria para perseguir la muleta
con el recorrido suficiente y rematar los muletazos, por lo que el trasteo quedó en un querer y no poder.
Julio Benítez “El Cordobés” se las vio con un tercero noble y soso a partes casi iguales. Lo mejor del toro fue su buen embroque, humillando aunque sin terminar el viaje. El Cordobés manejó las telas con rapidez e incluso se atrevió con un salto de la rana de vuelo rasante. No exhibió seguridad El Cordobés frente al anovillado sobrero de El Pizarral, que unas veces conseguía finalizar el viaje tras la tela, y otras se derrumbaba. Su acierto con la espada al primer intento le valió la oreja que le abrió la puerta grande.