Tal y como apuntamos en el reportaje publicado en el día de ayer sobre los tentaderos llevados a cabo en Pinos Bajos esta semana, en uno de los cerrados pegados a la casa de la finca donde pastan las reses de Víctor y Marín, hay apartada una novillada de utreros que, aunque ha recibido algunas miradas, todavía no le han pedido salir. Está, digamos, a la espera de novio, alguien que se interese por una ganadería que lleva dando muestras de encontrarse en un momento más que interesante varias temporadas, después de introducir una simiente Domecq que, visto lo visto, está ligando magníficamente.
En el lote de novillos hay variedad de hechuras y seriedades, tanto en lo referido a morfología como a conformación de pitones. Los hay reunidos de cara -bonitos como se denominan ahora-, es decir, de los que caben en la muleta y no fuerzan al torero a embarcar, primero, y vaciar, después, las embestidas hacia fuera, y también los hay más ofensivos y cornalones. Para todos los gustos.
Pero quizás lo más importante sea la justicia que supondría dar una oportunidad de relieve a la vacada de mayor antigüedad de la provincia; no por su historia, sino porque sus novillos están embistiendo, igual o mejor que lo hacen otras ganaderías de mayor circulación. Aunque tampoco querríamos olvidar -y no lo hacemos- otras vacadas ciudarrealeñas sobre las que damos cuenta igualmente en Lanza.
Como decía uno de los ganaderos durante los tentaderos antes referidos: “Mi sueño sería volver a ver lidiar una novillada o corrida nuestra y triunfar en Ciudad Real. Solo eso.” Nada más. Y nada menos. Como ocurrió, por ejemplo, en marzo de 2003, cuando se dio la vuelta al ruedo a un magnífico utrero de Víctor y Marín lidiado por Jesús de Natalia. De eso no hace tanto. Y puede volver a ocurrir.