Estamos de conmemoraciones. Si el viernes, día 19, traíamos a colación la Batalla de Alarcos, en su 824 aniversario, este sábado día 20 no podemos dejar de rememorar aquel 20 de julio de 1969 (hace 50 años), en que el Apolo XI se posaba en la luna. Cierto es que las huellas de Armstrong y Collins, están condenadas a desaparecer en el polvo lunar, pero el tiempo irá trayendo otras nuevas, acaso en Marte. Aunque aún no sabemos bien para qué…
En cualquier caso, son las aventuras las que mueven al mundo, como las que movieron a Colón o a Elcano y Magallanes, o este proyecto de poner el pie en la luna. Todos ellos han sido proyectos colosales, que han costado fortunas y vidas, pero que han reportado beneficios a la humanidad. Aunque, tristemente, no hemos conseguido erradicar el odio, la avaricia, la violencia, el hambre y la enfermedad de este angosto mundo, en el que un Smartphone puede mirar hoy de tú a tú, a los mastodónticos ordenadores de máxima sofisticación que guiaban al Apolo XI. Pero no hay que olvidar que en este caso, la meta está precisamente en el camino.
Tal vez llegar a la luna no fuese imprescindible… pero la adecuación de procesos y tecnología tendentes a ese fin, han posibilitado muchos pequeños disfrutes que la vida actual nos permite, y que de otra forma no tendríamos. Desde la alimentación a la tecnología, pasando por la vida cotidiana con automóviles o electrodomésticos. Ciertamente, con toda razón, aquella huella dejada en la luna, y que el polvo lunar borraría instantes después, suponen el inicio de estos 50 años que hay recordamos, y desde entonces, y ya para siempre, ahí quedaron las palabras de Armstrong en su memorable frase “Son un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Una palabras que, cosas del destino, fueron escuchadas antes en Robledo de Chavela y Fresnedillas, que en la poderosa Houston.
Neil Armstrong, Edwin Buzz Aldrin y Michael Collins, los astronautas de la misión Apolo XI, fueron auténticos exploradores como también lo fueron Magallanes o Elcano hace 500 años, cuando su expedición completó la primera vuelta al mundo. Todos ellos nos enseñaron un principio básico pero inmutable: que podemos hacer realidad lo imposible. O al menos debemos intentarlo.
El mirlo negro
No hemos escuchado que alguien haya encontrado jamás un mirlo (‘Urdus infuscatus’) blanco. Pero está claro que Abu-I-Hassan Ali ibn Nafi, de tez oscura y hermosa voz, concitaba gran admiración. Poeta, gastrónomo, músico y cantante, es famoso por las refinadas costumbres orientales que introdujo en la Corte cordobesa. Tras su salida de Bagdad, donde tuvo importantes profesores, vagó por el norte de África, hasta que una carta enviada al emir de Córdoba Alhakén I obtuvo respuesta, y se dispuso a prestarle servicios.
Pese a que a su llegada a Córdoba, había muerto Alhakén, su sucesor Abderramán II le ofreció un palacio y 200 dinares mensuales de renta. Como auténtico árbitro de la elegancia, influyó en el vestido, la cocina y el mobiliario, y trajo novedades musicales y de uso social. Añadió al laúd la quinta cuerda, y sustituyó el plectro de madera por otro de uñas, pico o cañones de plumas de águila.
Introdujo los cantos árabes conocidos como ‘nubas’, inventó el peinarse con flequillo, y nos legó las recetas de cocina ‘Bagdadí’ (una de las cuales conserva su nombre como ‘siriabí’), e introdujo el uso de las copas de cristal en vez de las de oro y plata, así como el uso de los manteles de cuero fino. Pues bien, de este Ziryab hablamos. O mejor dicho, habló ayer el grupo ‘Ars Combinatoria’ en Alarcos.
La función
Cuentan los hombres dignos de fe, que hubo en Irak un hombre que desde muy joven se hizo famoso por sus cualidades en la música. Ziryab llegó a Córdoba en 822, y vivió allí hasta su muerte en el 857. En este concierto, ‘el Mirlo’ se convierte en el protagonista, transmitiendo historias y leyendas que recoge en sus viajes (Sueños atemporales) por lugares de la Hispana musulmana, Entre músicos y actores nos descubre formas musicales, ritmos, bailes, instrumentos y métodos de música. Las enseñanzas que trajo a la corte cordobesa, produjeron una inyección cultural orientalizante, que cambió para siempre la música culta andalusí.
Programa
Introducción
Sueños atemporales. (Perotin, Beata Maria Viriginis. El Corán Sura 19)
Sueño I
Encuentro con el Chej Taktuk. (Taqsim, Ya chadi Moaxaja)
Sueño 2
La leyenda de Wallada ‘la que ilumina’ (Taqsim, Anónimos s. XI)
Sueño 3
Historia de los dos que soñaron. (Taqsim, Jarcha nº 8)
Sueño 4
Visita a la Corte de Alfonso X. (Cantiga Santa María 28)
Una hora y poco más de apretado y variado programa, al término de cuya actuación charlamos con la violinista Elsa Ferrer, de ‘Ars Combinatoria’ agrupación que va camino de los 28 años. Creado en 1992, es un grupo muy versátil como su propio nombre indica, y el deseo ha sido hacer música medieval, renacentista, barroca, clásica o actual. Es su historia. “Hemos venido con un programa de música medieval mozárabe, y otras composiciones, como el Códice Calixtino”.
“Hemos hecho un recorrido por el repertorio hispánico, Códice de las Huelgas (Burgos), Llibre Vermell (Barcelona), Códice Calixtino (Santiago). Es decir, los más importantes códices medievales que están en España. Y durante estos años hemos trabajado bastante, incluida la edición de varios discos, estudiando la música profana y medieval como las Cantigas de Alfonso El Sabio, y las Cantigas de Martin Códax”. Todo un repertorio medieval e hispánico, que merece la pena conocer.
“En esta labor nos ha ayudado mucho Wafir S. Gibril, sudanés, en el repertorio y en la iniciativa de los cuentos, tradicionales de la época, y que nos sugirieron alternarlos con la música. Una técnica que estamos utilizando en otros repertorios renacentistas. No es habitual que el público escuche un repertorio seguido todo de una época, y nosotros decidimos alternar texto y música. Como hicimos con un programa de música de los Austrias, intercalando anécdotas de cada rey con las interpretaciones. Así se hace más ameno, y el público escucha la música, que es a lo que ha venido, pero con el aditamento de los textos que resulta más atractiva”.
El grupo es la primera vez que actúa en Alarcos, “y nos parece un sitio maravilloso, un marco excepcional. Nuestras sedes están en Madrid y en Galicia, porque llevamos mucho repertorio de Cantigas. El director Canco López es gallego, y también llevamos músicos gallegos, porque en Galicia tenemos muchos espacios donde trabajar”.
Por su parte, Wafir nos confesaba: “Es un placer venir siempre aquí. Estuve con Eduardo Paniagua, cuando se presentó uno de sus discos, (grabado con la flauta de ave de buitre encontrado en Alarcos), y el último fue con ‘Musicantes’ (2014, 2017), cuarteto, dedicado a la música medieval europea. También vine en 2008 con ‘Axivil Aljamía’, de Felipe Sánchez Mascuñano. Vivo en Madrid, llevo 30 años en España, y siempre me he dedicado a la investigación de música antigua, con laúd, y también con instrumentos de percusión. Aquí además de los instrumentos, he recitado unos cantos religiosos cantados a capela, parecidos a la saeta, para ambientar la escena y las narraciones”. Y eso fue todo, un concierto colorista y variado que el público disfrutó y agradeció.
Componentes:
Cristina Ibáñez, narradora
Águeda Matute, soprano
Elsa Ferrer y Chiara López, fídulas
Miguel D. Esnaola, salterio
Wafir S. Gibril, laúd y percusión
Canco López, zanfoña y dirección