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Un buen talante

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No hay mejor termómetro para comprobar la temperatura de las relaciones de Cataluña con el resto de España que la polémica que se organiza en torno al consumo de cava en el resto del país. Ningún momento de la tensión registrada en los últimos 15 o 20 años ha sido ajeno a este viejo debate que puede surgir entre nosotros en cualquier circunstancia y generar enfrentamientos dialécticos tan encendidos como pasionales y tanto en el ámbito público como en el familiar.

Recuerden la que se lió en su momento tras las declaraciones del polémico Josep Lluis Carod Rovira cuando pidió que se boicoteara la candidatura de Madrid 2012. Entonces se hizo difícil tomar cava fuera de Cataluña y más aún que tus semejantes supieran que lo consumías en la intimidad o en la cena de Nochevieja,  por poner dos ejemplos. La bulla la tenías asegurada.

Quizás fuera la experiencia de haber pasado por situaciones como aquélla, conocer la repercusión que polémicas de este tipo dejan en el territorio patrio -gracias a ese carácter ibérico que tanto nos define- pero sobre todo por el grave perjuicio que supone para la economía española dar la espalda al consumo de productos catalanes, es donde podríamos situar la postura que mantienen los empresarios catalanes -y españoles- una vez que el independentismo se ha echado al monte y busca le acompañe el mayor número de ciudadanos, desdeñando la vinculación constitucional de Cataluña con el reino de España, por no entrar en la sangría económica que ocasiona la salida de empresas de ese territorio.

Como saben, a la petición del ex presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell, de no boicotear productos catalanes y consumir cava se han ido sumando dirigentes de organizaciones empresariales como CEOE y CEPYME. Todos piden “cordura” porque el boicot es una “mala noticia” para Cataluña y también para España. De hecho, el presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio de España, José Luis Bonet, reconocía la existencia de “reacciones” que estaban perjudicando las ventas del cava y vinos catalanes, unas pérdidas que Borrell situó en el 15 por ciento a primeros de este mes de octubre cuando aún no había empezado la campaña de mayor consumo en España como es la de Navidad. Los empresarios esta vez han respondido sin ambages a los políticos señalándoles como los “únicos responsables de la situación”.

En nuestra tierra, salvo alguna declaración que conocimos hace algunas semanas relativa a la positiva influencia que el boicot al cava estaría teniendo sobre la venta de los vinos espumosos castellano-manchegos -concretamente en una empresa de la provincia de Toledo-,  los empresarios del sector en la provincia de Ciudad Real se han mostrado cautos en general e incluso contrarios a aprovechar las repercusiones del conflicto catalán para hacer negocio.

La lucha del sector agroalimentario provincial se ha forjado a base del esfuerzo de muchos años para lograr niveles altos de calidad y no puede basar ahora la promoción de sus productos  en el rechazo al ajeno. Con todo y dado que el consumo de productos catalanes y vinos espumosos fuera de Cataluña es habitual casi exclusivamente en el período navideño, es pronto aún para valorar repercusión alguna ya que la temporada empieza ahora. Por lo tanto esperemos a los resultados.

No obstante, no deberíamos perder de vista al valorar situaciones tan graves como la que estamos viviendo hoy en España, que en un mundo globalizado como el nuestro en el que la economía está interconectada no es fácil boicotear un producto, -ni honesto-, sin que te repercuta de manera directa como un efecto búmeran. Y los empresarios lo saben.

En la linea de cautela expresada por empresarios ciudarrealeños se han manifestado sus homólogos extremeños. Para éstos “no comprar en Extremadura productos que parecen catalanes, como los de Casa Tarradellas, puede ser como pegarse un tiro en el pie”. Lo decía esta semana el consejero delegado de una empresa extremeña líder nacional en transformación del tomate que, procedente de las Vegas del Guadiana, acaba cubriendo las pizzas de esta marca catalana.

No estaría de más, por tanto, que nos sumáramos a esa cautela y mostrar el talante que no despliega hoy la alta política de este país al abordar el desafío catalán y sus consecuencias en el país y en las relaciones entre nosotros. Sobre todo por salud, por también por no perder el placer de saborear un cava o un espumoso indistintamente. No olvidemos que aquí, en la provincia de Ciudad Real,  contamos con empresas con decenas de trabajadores que elaboran ambos productos. Aquí y allí.

 

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