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Redes sociales, posverdad y periodismo

En este mes de diciembre, en una entrevista en televisión, el periodista y escritor Arturo Pérez Reverte sentenciaba que las redes sociales han “matado” el periodismo. No voy a decir yo lo contrario, pero no han sido solo las redes sociales.

Las nuevas tecnologías –un nombre que empieza a estar ya viejo- tienen como principal componente la dependencia que crean en sus usuarios. Estar pendiente de lo último, aunque no tenga la menor trascendencia, se ha convertido ya en una obsesión.

Aquí está la trampa. Crear esa necesidad de estar al tanto de lo último ha hecho que los medios de comunicación ahora ya digitales le hayan dado total prioridad a contar algo antes que el resto, aunque lo que se cuente no se corresponda con la realidad.

Esto, más que información, genera desinformación y es parte del problema que se ha generado. Ahí, hay que darle la razón a Pérez Reverte, no importa lo que salga siempre que salga lo más antes posible, la mayoría de las veces hechos sin contrastar que, casi nunca, se reconoce y corrige. Todo pasa, las redes y los digitales son un pozo sin fin, todo cae, no queda constancia tan palpable como en el papel.

Esto, por otro lado, no llega a los lectores, que, aunque parezca lo contrario, tienen la memoria la otra prensa, que, durante, siglos, ha tratado de analizar y contextualizar las cosas que iban ocurriendo y lo da todo por bueno.

Todo esto lo saben los que dirigen la sociedad, oficialmente y desde la sombra. En este caso, no hay que olvidar el énfasis con el que líderes, aspirantes a y otros con ganas de influir han abrazado las redes sociales como nuevo tótem de la comunicación.

No deja de ser esto una traslación a este tiempo de la máxima del jefe de propaganda de Hitler, Goebbels, cuando decía que una mentira repetida cien veces se convertía en una verdad.

Ahora a la mentira se la llama posverdad, en lo que es una clara manipulación de lenguaje al que todos nos apuntamos para no quedarnos fuera de lugar y ser señalado en un nuevo “apartheid”.

Pero no solo las redes sociales, lo he avanzado antes. El control de la información se ejerce desde otros resortes complementarios.

La información oficial, oficialista, no sólo de instituciones o partidos, también de organizaciones profesionales y sociales de todo tipo, se ha convertido en un caudal que nadie se atreve a cuestionar.

Las notas de prensa, los comunicados, se han convertido en fuente de información que nadie se atreve a cuestionar y, mucho menos, a rechazar. Cada nota es como una orden de publicación, sin contestación, sin rechistar y cuidado con el que se atreva a osar hacer lo contrario, las reprimendas llegaran rápidamente y, al final, el medio, acabará bajando la cerviz, más si hay temas de publicidad de por medio, que casi siempre los hay.

Luego está la guerra de comunicados entre partidos, bueno, entre los dos principales partidos. Acusaciones mutuas que no tienen más recorrido informativo y, cuando lo tienen, tampoco es que intentar profundizar dé mucho resultado, las puertas se cierran. Este es el resumen de la posverdad en lo más cercano.

Revertir esto para recuperar un cierto sentido del periodismo en su acepción más clásica es harto complicado. Pasar del correcaminos de contar cosas sin más, ser una terminal más,  a analizar y explicar qué es lo importante y por qué pasa lo que es importante es un duro camino y con consecuencias.

En todo caso, ahora que estamos en una etapa de final de año, cuando estamos dispuestos a cambiar la hoja de calendario con promesas de enmendar nuestras vidas, sin pretender que la sociedad y la profesión recuperen la buena senda en su conjunto, complicado, complicado, vamos a intentar poner nuestro granito de arena particular, personal. Vamos a ver cómo sale.

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