Panaderías en tiempo de coronavirus en el medio rural, un servicio esencial

Las panaderías que aún resisten en el medio rural se han convertido, en tiempos de coronavirus, en un ejemplo de lo que es un servicio esencial para muchas personas, en especial, para los mayores que habitan en estas pequeñas poblaciones y que estos días viven con incertidumbre su futuro.

Navalpino, un pequeño municipio de la provincia de Ciudad Real con 228 habitantes, de los que más de un centenar sobrepasa los sesenta años, es un lugar donde la panadería se ha convertido en uno de los lugares más importantes para sus vecinos durante este periodo de aislamiento obligado.

Dori Guerrero y Ángel Muñoz son los panaderos del pueblo y los que cada día se encargan de ofrecer el servicio a aquellos mayores que se sienten preocupados por cómo les puede afectar una enfermedad que está resultando especialmente cruel con ellos.

“Saben que ellos son las personas más vulnerables ante esta enfermedad y tienen miedo, como también lo tenemos nosotros, aunque, tratamos de restarle importancia y hacerles ver que todo pasará”.

Estos mensajes de ánimo son los que cada día Dori y Ángel les hacen llegar a sus clientes, a los que han decidido seguir dando servicio, aún cuando hacerlo supone exponerse al riesgo de acabar contagiados por el COVID-19.

“No nos hemos planteado cerrar, todo lo contrario. sabíamos que en este momento debíamos estar para quienes más lo necesitan, y eso es lo que vamos a hacer sin temor a cualquier otra cosa”, reconoce la panadera.

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La panadería abre sus puertas todos los días de la semana para ofrecer pan y dulces a sus vecinos

La panadería abre sus puertas todos los días de la semana para ofrecer pan y dulces a sus vecinos, tanto a aquellos que aún se acercan a comprarlo, como a aquellos que deciden quedarse en casa, a los que Ángel y Dori suministran a domicilio.

Desde el inicio de la pandemia, ambos se afanan en seguir produciendo el pan y los dulces extremando en todo momento las medidas de seguridad para evitar cualquier tipo de contagio.

“Limpiamos dos veces al día, nos cambiamos de ropa otras dos, y cada vez que un cliente sale de la panadería, desinfectamos para garantizar que todo está correcto. No es algo que nos cueste trabajo, porque lo que queremos ante todo es que nuestros mayores estén bien protegidos”, asegura Dori.

Saben que sus clientes aprecian lo que están haciendo por ellos, y para este matrimonio ese es el mejor reconocimiento a su compromiso por estar con ellos en momentos difíciles.

Ángel y Dori dejaron hace siete años, también, claras muestras de compromiso con su pueblo, cuando decidieron evitar que el pueblo se quedara sin panadería, después de que quien regentaba entonces este negocio decidiera jubilarse.

Dori reconoce que después de estos años no se arrepienten de haber dado este paso, al contrario, asegura que se sienten especialmente satisfechos de seguir abriendo la puerta de un negocio que siempre ha sido importante para un pueblo, aún cuando cada vez, queda menos gente viviendo en sus calles.

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