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Los bulos

alta participación en Cataluña

Las pasadas elecciones andaluzas introdujeron nuevas variables en el discurso político, por parte de determinadas formaciones de ultraderecha,  como aquéllas que fomentaban determinados sentimientos negativos en la población como el miedo a los inmigrantes, y cuestionaban la importancia de determinadas leyes como la de Violencia de Género, aportando para ello datos falsos, que todos conocimos.

Superado el espanto inicial, estos hechos, como saben, tuvieron una reacción inmediata por parte de la prensa para desmontar las falsedades con información veraz,  dejando en pañales a quienes montaban y avalaban los bulos y abriendo de paso el debate sobre el papel que han de ejercer hoy los medios de comunicación y los periodistas en una sociedad hiperinformada  que tiene que decidir basándose en informaciones reales porque, de lo contrario, si lo hace sobre falsedades, tenderá a equivocarse con toda probabilidad.

La celebración de elecciones generales el 28 de abril y municipales, autonómicas y europeas un mes después, a finales de mayo, ha puesto sobre la mesa la necesidad de que medios y periodistas refuercen la verificación de los hechos, de las noticias, ante la previsible avalancha de informaciones falsas que acarreará, previsiblemente, este próximo período de precampaña y campaña electoral al que nos vamos a enfrentar en las próximas semanas.

Las artimañas

Las noticias falsas, también las de contenido intencionado, los bulos y los globos sondas, son artimañas conocidas en casi todas las redacciones del mundo entero donde llegan con más frecuencia de la deseada para acceder al mayor número posible de dispositivos. Su número se incrementa  en períodos electorales con un claro objetivo táctico, tal y como hemos visto recientemente en Andalucía.

Pese al importante número de canales de los que dispone la sociedad para acceder a la información, es precisamente ahora que la desinformación ha logrado una dimensión estratosférica al albur de circunstancias como desconocer la diferencia entre un bulo y una noticia,   la propia precariedad laboral -que contribuye a la mala información- y, sobretodo, el efecto multiplicador que tienen las redes sociales como plataformas digitales en las que es muy difícil diferenciar la verdad de la mentira.

En este sentido, el presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, Nemesio Rodríguez, recordaba hace unos días que la falta de información, la desinformación, ataca directamente a la democracia ya que tanto mentiras como bulos dinamitan los valores que la sustentan, como son la igualdad y la diversidad, la no discriminación por razones de raza, religión o sexo, la lucha contra la violencia de género o el estado de bienestar. Rodríguez atribuye un alto nivel de responsabilidad a las redes sociales en la lucha contra la desinformación ya que, a su juicio, el combate  contra las noticias falsas no es un problema de dinero sino de voluntades.

Reordenar la información

Pese a que, como saben,  el periodismo viene de una larga crisis y los tiempos actuales no son fáciles para el ejercicio de este oficio, poco a poco se va abriendo paso la necesidad de reordenar la información ante la catarata de noticias que nos invade desde cualquier plataforma con conexión a internet. Es precisamente en este terreno, en el que desde las asociaciones profesionales se incide  para reivindicar, para poner en valor, el oficio de periodista, como ese profesional que obtiene, trata, interpreta y difunde informaciones a través de cualquier medio de comunicación (según la RAE), y separar la paja del grano que tanto contribuye a la confusión.

Una sociedad bien informada tomará buenas decisiones. Una sociedad bien informada será fuerte, tan fuerte como queramos que sea nuestra democracia. Busquen medios veraces para conseguirlo y ¡cuidado! con los bulos, podrían estar a la vuelta de la esquina.

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