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El cerebro que se relaciona

Es importante entender que nuestro cerebro es una pieza muy importante desde muchos puntos de vista. Estamos programados para conectar con los demás, para entender sus sentimientos, para favorecer fenómenos tan interesantes como la empatía. Solo nos queda ponerlo en práctica. Un famoso psicólogo, Daniel Goleman, publicó hace algunos años, su famoso libro Inteligencia Emocional , una publicación que ha traspasado el record de traducciones a más de treinta idiomas y hasta la fecha, han salido a la venta varios millones de ejemplares a la calle. Su última obra Inteligencia Social, en la que nos acerca a las últimas investigaciones sobre la realidad de la biología y mecanismos cerebrales relacionados con las interacciones entre seres humanos, es un avance muy interesante y esperanzador a la hora de la defensa verdadera de la necesidad que tenemos para relacionarnos con los demás y a la vez interactuar porque su propia naturaleza está diseñada para ello y su cerebro además de ser emocional, por supuesto, es social. Ya lo decían los pensadores de la antigua Grecia, el ser humano es un ser social y político y necesita de esa interacción con el medio que le rodea. Esa necesidad de relacionarse de modo social está de alguna manera inscrito o programado en nuestra naturaleza y solo se dispone a funcionar a menos que se haga un pequeño esfuerzo. El dispositivo está ahí presente y hay que aprovecharlo. Muchas de las patologías de orden psicológico están relacionadas con  el deterioro de la esfera social o puede ser la consecuencia, a la vez, de problemas que empiezan a gestarse en lo más personal. Por lo tanto no es tan descabellado hablar de ello y de los mecanismos y recursos que nos predisponen a entablar nuevas relaciones con nuestros semejantes. Goleman desvela que nuestras relaciones con los demás, afectan a todas las células de nuestro cuerpo, teniendo un fuerte impacto sobre nosotros, para bien las buenas y para mal, las negativas. Según el psicólogo, estamos vinculados con las personas con las que nos relacionamos y ese puente neuronal nos deja a merced del efecto que están provocan en nuestro cerebro, y viceversa. De ahí el valor de la capacidad para desarrollar nuestra inteligencia social si queremos actuar adecuadamente según cada persona y momento, y estar preparados para reaccionar ante situaciones nuevas y evitar o favorecer los problemas en las relaciones sociales. En el fondo, a pesar de la predisposición que tenemos a relacionarnos con los demás, la vida social cada vez se está haciendo más fría o más superficial. El cerebro anhela el contacto humano pero se protege por la aparición de malas experiencias y la utilización de las nuevas tecnologías de forma patológica, de forma compulsiva, sin revelar nuestra verdadera identidad y de forma instantánea. La sociedad se ha vuelto más individualista y poco corporativista, a pesar de la crisis que estamos pasando y sabiendo quienes son los responsables de todo ello. Por lo tanto, todo lo sabemos en nuestro interior pero actuamos de fachada en contra de nuestro cerebro y nuestro corazón.

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