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Jordi Savall recibe en Coopenhague el premio Sonning

En la inauguración del Auditorio de Cuenca, la primera música que sonó fue la de Jordi Savall. Los timbales y el grupo de música avanzaban por el pasillo mientras todos los asistentes estábamos ya sentados ocupando nuestros puestos. Poco antes, en la entrada, Ignacio Garcia de Pedrosa, Angela Garcia de Paredes y Antonio Fernández Alba comentaban el largo proceso de construcción del edificio finalmente completado.

Jordi Savall empezó sus estudios de música a los seis años en el coro de la escuela de Igualada (1947-1955) y en 1965 acabó sus estudios superiores de música y violonchelo en el Conservatorio de Barcelona. En Suiza amplió su formación en la Schola Cantorum Basiliensis, reivindicando un instrumento antiguo casi olvidado, la viola de gamba, y defendiendo la importancia de la música antigua de la península Ibérica. En 1970 comenzó sus interpretaciones con la viola de gamba. Entre 1974 y 1989 fundó tres conjuntos, Hespèrion XX La Capella Reial de Catalunya (1987) y Le Concert des Nations (1989), con repertorios que van desde la Edad Media al siglo XIX, pero que siempre interpretados con el máximo rigor histórico. Hace poco, en este periódico, invitaba a escuchar las músicas para la tristeza y una de las interpretaciones de Savall que me siguen pareciendo magistrales como es el Lacrimae Caravaggio donde la música y la pintura parecen fundirse en el sentimiento que las personas tenemos de una situación de máxima tensión.

Ha dirigido orquestas de prestigio como la Orquesta Sinfónica de la Fundación Calouste Gulbenkian, la Orquesta Camerata de Salzburgo, la Wiener Kammerorchester y la Philarmonia Baroque Orchestra de San Francisco. Su trabajo por la música antigua ha merecido numerosas distinciones: En 1988 fue nombrado «Officier de lDBC##1Ordre des Artes et des Lettres» por el Ministerio de Cultura de Francia. En 1990 recibió la Creu de Sant Jordi de la Generalidad de Cataluña. En 1998, el Ministerio de Cultura de España le otorgó la Medalla de Oro de las Bellas Artes, y desde 1999 es Miembro de Honor de la Konzerthaus de Viena. Desde 1973 es profesor en la Schola Cantorum Basiliensis. Profesor, intérprete, concertista y divulgador de la música antigua, siempre con la máxima calidad y cuidado merecen el reconocimiento y el apoyo a su trabajo. Su sello discográfico es un ejemplo y modelo las posibilidades de la música bien interpretada y del disco como objeto a valorar por sus grabaciones, sus textos y su presentación impecable.

Ahora recibe el premio Sonning en Coopenhague, un premio como el Nobel de la Música que quiso dedicar a su esposa recientemente fallecida. En honor de ella, la soprano Montserrat Figueras,  se guardaron unos segundos de silencio antes de la entrega del premio. “Estos momentos en la vida los quieres compartir con toda la gente que quieres. Montserrat no está aquí, pero su espíritu sí está aquí”, dijo Savall, con su grupo de músicos.  Os dejo uno de sus últimos conciertos, de una calidad excepcional. Jerusalén la ciudad de las dos paces. http://www.youtube.com/watch?v=1sLwoG6QQXg&feature=related      

La reflexión de Savall sobre la cultura en estos momentos es más que pertinente. Hablando de los jóvenes investigadores e intérpretes decía: “El problema es el poco apoyo que reciben en sus esfuerzos. Y en este contexto de crisis la situación es muy delicada. La sanidad es importantísima; el empleo, fundamental, pero no debemos olvidar la cultura. La cultura no es en absoluto algo secundario. Cuando a Churchill en 1945, con el país en ruinas, le dijeron que había que recortar la cultura un 15%, dijo: ‘¿Y para eso hemos ganado la guerra?’, y se negó. El peor enemigo del ser humano es la ignorancia, además del odio”.

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