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La hiel de los “monstruos” del Siglo de Oro

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A. R.
Almagro

Más amargo que la hiel fue el rastro que dejaron los personajes que reunió en la madrugada del viernes al sábado el actor Daniel Albaladejo en el Patio de Fúcares, espacio que convirtió en Mordor lleno de caballeros y monarcas que, en realidad, eran orcos aprisionados en su vileza.
Si el prestigioso actor británico Steven Berkoff sacó en el Corral de Comedias un póker de ases de la villanía shakesperiana, Albaladejo se valió de la baraja española, mucho más prolija en autores en el espléndido período creativo áureo, y mostró un recital de perversidad a la altura, si no más, de la reflejada en la dramaturgia de la pérfida Albión.
Los robos y asesinatos cometidos en ‘El condenado por desconfiado’, de Tirso, bien podrían estar en este manual de la maldad, así como las tropelías del estafador en amores Don Juan y los maltratos, con humillaciones feudales, que cometen múltiples comendadores en otras tantas obras, entre ellos Fernán Gómez en una Fuenteovejuna a la que Laurencia incitó a levantarse con un extremado desgarro encarnado por el propio Albaladejo, tras reconvertir su capa en vestido.
Con escasas y hábiles transformaciones del vestuario, al tiempo que indicaba que el teatro español del Siglo de Oro iba goleando con cada nuevo personaje al británico en cuanto a crueldad, Albaladejo fue dando paso a esta truculenta audiencia al rey Basilio, capaz de encerrar y atar a su hijo por unos poco benevolentes augurios, y al propio Segismundo, que se comportó como un déspota en cuanto pisó palacio. Hija de una ninfa violada que muere en el parto, la tragedia guía así mismo la vida de Semíramis, de la también calderoniana ‘La hija del aire’, que resuelve con fiereza -sin tener que envidiar a Lady Macbeth- su determinación por el poder, y fue la protección del honor, que precisamente no cuidaba en exceso, lo que llevó al Duque de Ferrara a llegar al punto de cargarse a su mujer e hijo en la obra de Lope.

De gran dimensión
Todos estos personajes y acontecimientos escénicos, además de una aproximación a los crímenes de ‘El Anticristo’ de Ruiz de Alarcón, se sucedieron en una dinámica panorámica sobre lo despiadado e inmisericorde presente en el teatro áureo español, tan sublime en gran parte por la tremenda dimensión de sus villanos y las mezquindades que narra, lo que a su vez engrandece la heroicidad al derribarlos.
En la pantalla blanca de la que salió el actor al iniciarse la pieza, terminaron alojándose las distintas caracterizaciones que realizó Albaladejo, que se ganó el aplauso del público por su trabajo en las cloacas de la condición humana con unos malos que, como ocurre con personajes que van desde Darth Vader hasta Hannibal Lecter, originan interés, por los componentes de la atracción del vacío y la transgresión, al tiempo que, al verificar la inmundicia, desprecio y reacción.

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