Un formidable juglar y el noqueado diálogo que evita la guerra de mundos

Un hombre orquesta, un orador locuaz, un pintor de batallas, un presentador de concurso de banderas mejor que Sheldon Cooper, un manipulador de objetos y sombras, un didáctico historiador, un perspicaz antropólogo y un defensor del diálogo como la mejor y más natural herramienta para generar paz, equilibrio e interconexión de culturas. Todo esto y mucho más es sobre el escenario Francisco Sánchez, una habilidísimo actor capaz él solito de contar la guerra de los mundos, el español de la época de colonización enfrentado con el británico y el de los mapuches asediados por todos durante la sucesión de los siglos.

Con los ojos cerrados se podría haber disfrutado con intensidad de su propuesta escénica presentada en Almagro en la que recreó con muy diversos instrumentos, en especial de viento y percusión, desde el trino y dialogar de las aves hasta las solemnes marchas de los españoles en tierras chilenas. Las melodías tocadas en directo se grababan y reemitían, a veces entrelazadas, en una banda sonora que incluyó el divertido batiburrillo de expresiones en castellano y en el autóctono mapudungún de un bendito ‘Parlamento’ en 1641 que permitió en Quilín detener las hostilidades entre el Reino de España y los mapuches.

Pero visualmente, la producción también fue un disfrute permanente con sus recreaciones gestuales y vocales de los personajes, paneles en sábanas blancas para describir travesías por el Atlántico y el subcontinente de América del Sur, verticales carteleras con dibujos -como los de los romances de ciego- que ilustraron el funesto regreso del Marqués de Baides cargado de Oro del Perú hacia España asaltado por los ingleses y el olvido en el que fueron cayendo los parlamentos, para culminar con una efímera obra de arte pictórica creada en directo sobre la evolución de los encuentros con la población nativa y cómo los estados posteriores a la colonización y el influjo de los grandes imperios británico y estadounidense actuaron en contra de los intereses y derechos de los mapuches para apoderarse de los recursos de su territorio.

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Francisco Sánchez realizó una interpretación espléndida en el Teatro Municipal de Almagro / A. R.

El valor del diálogo, que hasta la Corona española en el siglo XVII advirtió como esencial a través del Marqués de Baides en sus conversaciones con el cacique Lincopichón para evitar enfrentamientos y usurpaciones, permitió un encuentro más enriquecedor y menos cruento entre culturas y que los mapuches mantuvieran la autonomía en su territorio con sucesivos ‘Parlamentos’ que, no obstante, luego se fueron obviando para aislar con la supresión del entendimiento y de los derechos a la población indígena en reducciones como consecuencia, en gran medida, de espurios intereses nacionales y transnacionales, representado todo ello gráficamente mediante un adrenalínico pintball de fusiles de pintura disparando contra el mapa mapuche, al aire e incluso en una ocasión al público en un catártico final con el juglar arrancando el lienzo de papel con el resumen pictórico de los hechos para, a modo de chal, cubrirse espalda y cabeza, encuestar al respetable sobre si verdaderamente los mapuches tienen derecho a tener derechos y, desprendido del eventual embalaje, expresar su pesar porque no se hubiera mantenido la línea del parlamento con una rica y antiquísima cultura que impregna, pese a las desconexiones, el ADN chileno, al tiempo que deseó que esta vía se recupere.

Francisco Sánchez formará parte, así mismo, del elenco con el que la compañía chilena Tryo Teatro Banda, representará este domingo, a las 19 horas, en el Teatro Municipal el montaje ‘La expulsión de los jesuitas’, como espectáculo de cierre del XVIII Festival Iberoamericano de Teatro Contemporáneo de Almagro organizado por el Celcit.

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