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Buena dimensión de Tendero y Aranda ayer en Carrión

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El festival taurino –sin picadores- que tuvo lugar ayer tarde en Carrión de Calatrava fue totalmente ciudarrealeño. Tanto los toreros como los novillos lidiados procedían de la provincia manchega, lo cual dotaba a la ocasión de un interés muy especial. Y eso debió pensar también el público, ya que la plaza registró un lleno aparente en sus tendidos.

Los erales enviados por los ganaderos de Víctor y Marín lucieron todos pelo jabonero, algo de lo que no se tenía constancia con anterioridad, y, en general, se dejaron mucho, sobre todo los lidiados en primer, tercer, cuarto y sexto lugar, concediéndose la vuelta al ruedo póstuma  a estos dos últimos. En cualquier caso, estamos convencidos de que con un ruedo menos blando, una lidia mejor, y quizás con un pequeño picotazo, los erales habrían desarrollado un comportamiento sensiblemente mejor. Nuestra enhorabuena a los ganaderos de la familia Marín-Lasanta, y a su mayoral, Ignacio Sánchez, quien dio la vuelta al ruedo con Fernando Tendero tras la lidia del cuarto.

La faena de Fernando Tendero (ovación con saludos y dos orejas) al primero no pasó de correcta. Faltó ligazón en los muletazos, que sí tuvieron una buena ejecución. Pero donde sí pudimos ver a un Fernando Tendero mostrando sus cartas fue en el buen cuarto, al que cuajó fases de toreo al natural de mano baja y trazo largo, aguantando las puntuales dudas del de Víctor y Marín, y tirando de la embestida hasta el final. Además, mató a la primera de buena estocada. Bien Tendero. Ese es el camino. Lo otro son veredas.

Carlos Aranda (dos orejas y oreja) sí convenció ayer. Su lenguaje corporal frente a los novillos, su ejecución y actitud, con una entrega más natural y menos impostada, fue otra cosa. No perdonó su turno en quites, en los que estuvo firme y variado. Destacó su faena al buen tercero, citando dando el medio pecho, embarcando con enjundia y rematando hacia dentro con mayor ajuste, en lugar de expulsando la embestida. El novillo agradeció el buen trato que le dio el novillero de Daimiel y brindó embestidas de triunfo, conseguido a pesar de pinchar al primer intento. En el sexto Carlos anduvo igualmente entregado, pero hubo menos limpieza y profundidad en su ejecutoria, matando al encuentro con contundencia, si bien el novillo tardó en echarse, quedando el trofeo en singular.

Antonio Linares (ovación y palmas) no tuvo su tarde. A él correspondió el lote de menos posibilidades, frente al que estuvo visiblemente incómodo, tanto por el juego ofrecido por los propios novillos como por el poco favorecedor estado de la arena. Otra vez será. 

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