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Tres cuartos de siglo de Virgen del Mayor Dolor en Ciudad Real

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Corría el año de 1944 cuando la talla de la Virgen del Mayor Dolor, obra de los imagineros valencianos Rausell Montañana y Llorens Ferrer, llegaba a nuestra ciudad. Desde entonces, al despuntar la madrugada de cada Miércoles Santo se abren las puertas de la Parroquia de San Pedro a las doce en punto de la noche para que la sección femenina de la Hermandad del Silencio comience su estación de penitencia.

En este año 2018, casi tres cuartos de siglo después, lo hizo una vez más y la imagen apareció sobre su trono dorado en pan de oro, de estilo barroco, de los talleres del también valenciano sr. Hurtado, con faldón negro y cuatro candelabros de guardabrisas de cinco luces.

Precedían al mismo, que como único acompañamiento musical llevaba un tambor y una corneta, para marcar el ritmo de los portadores y portadoras, -en número que rondaba los cuarenta-, y el rezo de las meditaciones de los siete dolores de María Santísima, dos filas de señoras y señoritas vistiendo luto riguroso y llevando alumbrado eléctrico, que sumaban más de un centenar.

Los portadores de atributos, así como los hermanos y hermanas que hacían avanzar el “paso” artísticamente engalanado con lilium, alhelíes, calas y dragones, además de una representación de la “cantera más incipiente”, vestían la túnica reglamentaria con capillo blanco y la cruz de Jerusalén, en rojo, sobre el babero.

El canto de las hermanas de la Cruz

Entre las insignias que se lucieron durante el cortejo cabe destacar el estandarte guía, de don Enrique Richard, y los cinco, -representativos de los otros tantos misterios dolorosos del Santo Rosario-, con pinturas de don Teófilo Celestino Butini, aparte de cadenas de penitencia. Merece la pena mencionar, igualmente, momentos estremecedores del recorrido como el canto que le brindan a la Virgen las Hermanas de la Cruz, al pasar por su convento en la Plaza de Santiago, o el saludo a la Virgen del Prado, en su camarín.

El desfile procesional, al que asistieron miembros de la Asociación de Cofradías de Semana Santa y cerraban varias decenas de fieles, finalizaba pasadas las tres de la mañana tras haberse realizado las meditaciones correspondientes a los siete dolores inspirados en  las Sagradas Escrituras, un año más por don Pablo Martín del Burgo, sacerdote de la Parroquia de San Pedro.

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