Las mujeres cofrades de la Hermandad del Silencio de Ciudad Real han vuelto a las calles en el inicio de la madrugada de este Miércoles Santo, tras dos años de la pandemia, y lo han hecho con una meditación profunda sobre la labor intercesora de la Virgen María.
Vestidas de negro, más de un centenar de hermanas han acompañado a la Virgen del Mayor Dolor, y han participado en la manifestación colectiva de rezos a través de la representación de los siete Dolores de la madre de Jesús, este año con la reorganización de la meditación como novedad.
Según Ángel Ruiz, el hermano mayor de una de las cofradías más queridas de la ciudad, los participantes se han acercado a las comunidades de religiosas de la ciudad para invocar algunos de los momentos en los que la Virgen compartió la profundidad del sacrificio de su hijo. En concreto, han representado algunos de los Dolores en la puerta de la vivienda de las Adoratrices (calle Lirio), en el convento de las monjas de la Cruz (Plaza de Santiago), en el convento de las Carmelitas (calle El Carmen), y delante del Camarín de la Virgen del Prado (calle Camarín). “Hasta ahora hacíamos paradas de cortesía en esos puntos y este año les hemos querido dar contenido”, ha explicado Ruiz, con la idea de “recuperar el sentido” de las introspecciones de los Dolores.
Los portadores del paso, de las insignias, de los estandartes o de la cruz de guía, por su parte, han vestido la túnica negra del silencio, con capillo blanco. La dimensión de la oración se ha medido a ritmo del tambor que ha marcado el paso del avance de la Virgen desde sus andas.
El cortejo se ha iniciado tras el toque de corneta y la apertura de las puertas de San Pedro, y ha resultado conmovedor, por su sobriedad, silencio y respeto a los momentos más duros que puede vivir una madre, con la prédica del sacerdote Vicente Díaz-Pintado, formador en el Seminario Diocesano. Las hermanas en las filas han escuchado las reflexiones, alumbrando con velas eléctricas un recorrido que se ha alargado en las primeras horas del Miércoles Santo.
Ruiz ha destacado la intervención de la Virgen para que “Jesús esté entre nosotros”, y “para compartir el sufrimiento de su hijo desde la esperanza de la resurrección”. “No se puede vivir en un permanente Viernes Santo, ha señalado, porque no tiene sentido venerar a un muerto”. Por ello, ha resaltado el mensaje cristiano, centrado en “la cultura de la vida”.
Es una consideración que en alguna medida atrae a decenas de personas, como las que han estado presentes en la salida, familias con niños incluidas, y numerosos fieles que veneran a la titular mariana.
Procesiona tras su restauración
La imagen ha lucido por primera vez en la calle tras su restauración, dado que su talla policromada al óleo fue remodelada en 2020 por Óscar Patón, y presentada posteriormente en la Parroquia de San Pedro en septiembre de ese año, donde la hermandad tiene su sede canónica y donde se guarda al otro cotitular, Jesús de la Buena Muerte.
La escultura representa a una Virgen con corona y un puñal en el corazón y fue creada en 1944 por los valencianos José María Rausell y Francisco Llorens. Con el paso de los años, su decoración troquelada había perdido parte del colorido y prestancia, ahora recuperados por la técnica de Patón.
La titular mariana está expuesta en la Casa de Hermandad, en la calle Vía Crucis, tal y como recogen los estatutos, y volverá a procesionar en la madrugada del Jueves Santo, junto a Jesús en la Cruz.
