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Esperando a David Galván

David Galván junto al hierro de la ganadería de Conde de Mayalde JCS 2

El escritor irlandés Samuel Beckett -Premio Nóbel de Literatura en 1969- escribió su obra “Esperando a Godot” sabiendo perfectísimamente que Godot nunca llegaría. Ahí radicaba su ironía de autor omnisciente, aunque sus personajes, ilusos, sí esperaban su aparición. ¿O tal vez no? Quién sabe.

Los aficionados a la Tauromaquia esperamos, en primer lugar, que este tremendo episodio de confinamiento -social y económico- que estamos viviendo pase lo antes y mejor posible. Pero también tenemos otras esperanzas, encarnadas en toros y toreros que nos hagan emocionarnos en los cosos taurinos. Uno de esos toreros es David Galván.

No es la primera vez que Galván se erige en protagonista de uno de los reportajes de campo de lanzadigital.com. Ya lo fue hace ocho años, concretamente el 23 de febrero de 2012, con motivo de un tentadero celebrado en la ganadería jienense de El Cotillo, y, más cerca en fecha, en enero de 2018, en la vacada de Javier Gallego y sus hijos Enrique y Macarena, en pleno –y precioso- Valle de Alcudia.

Básicamente, el mensaje textual de ambas ocasiones versó sobre las magníficas cualidades que el torero gaditano poseía para ponerse en los puestos cimeros del escalafón. Sin embargo, tal ascensión ha sido muy tibia. Entre otros motivos se podrían achacar las cogidas a destiempo –aunque todas lo son- en Jaén en 2013, cuando un toro le abrió el brazo derecho en canal al ir a recibirlo a porta gayola, en Sevilla en 2014, en 2016 en Las Ventas, o el año pasado en Alfaro, percance por el cual no pudo hacer su presentación en Ciudad Real en la feria de agosto de 2019.

No obstante, Galván, apoderado hace dos años por el empresario ciudarraleño Ángel Lillo durante algunos meses, sigue apuntando las mismas soberbias maneras de antaño, pero con el reposo que dejan el paso del tiempo.

Este 2020 David inicia una nueva andadura al lado del reconocido taurino Carlos Zúñiga, después de llevar varios años dejando evidencia de su estético concepto del toreo, fundamentalmente en cosos de menor repercusión, excepción hecha de sus ocasionales paseíllos en plazas como Las Ventas, Zaragoza, o Gijón en las dos últimas temporadas.

El torero de San Fernando, lógicamente, quiere que éste sea su año; la temporada en la que dé el golpe encima de la mesa y obligue a las empresas a contar con él sí o sí; pero para ello hacen falta varias cosas, aunque nosotros solamente nos detendremos en dos: la primera, suerte; y la segunda, prepararse para ayudar al primer condicionante, por lo que Galván se encuentra –como todo aquel que puede, que no son todos, desgraciadamente- haciendo campo, es decir, acudiendo a tentaderos.

Nosotros tuvimos la fortuna de poderlo ver hace escasas fechas, antes del desgraciado confinamiento por Coronavirus que sufrimos estos días –que serán semanas a buen seguro-, en la ganadería toledana de Conde de Mayalde. Y no se puede decir que sus formas se hayan vulgarizado en absoluto. Quizás lo contrario. Juzguen, si no, ustedes mismos por las fotografías que acompañan este texto.

Galván tiene la fortuna de practicar un toreo universal en corte clásico que tiene la facultad de gustar tanto al aficionado con mayores conocimientos como al público que acude a una plaza de toros con expectativas menos analíticas y más lúdicas. Tiene esa suerte. Ojalá también la tenga para romper este año definitivamente.

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