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Políticos de cartón piedra

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            A medida que nos acercamos al momento electoral los políticos y periodistas avanzan en comparecencias, programas de debate, presentaciones varias, en diferentes formatos, de los principales líderes.

      Y la impresión que voy teniendo de las diferentes comparecencias es la de la asistencia a un discurso ya visto, a una lección que se recita de forma reiterada delante de las cámaras. Los asesores de imagen preparan a los líderes y les enseñan desde cómo vestir a cómo gesticular, cómo mover las manos o cómo mirar a la cámara. Y todos ellos, sin excepción, repiten los tics ensayados, los modales y los gestos que tienen sus momentos de seriedad, los tiempos de calma y humor, los tiempos de ataque al oponente, todo ello perfectamente ordenado y ensayado.

            Hay diferentes modos de presentar las ideas. Hay el modelo del que quiere ser diferente, desenfadado, pero recita como profesor universitario sus lecciones con una dosis de catedrático orgulloso que sabe que él es el que tiene la razón y que sus propuestas son las auténticas y únicas. Hay quien recita como alumno aventajado que se presenta a las oposiciones cada uno de los temas con precisión matemática ensayada, con un ritmo comprobado decenas de veces y que exhibe con orgullo las respuestas aprendidas con su preparador.

            En todos los casos, sensación de saber lo que responderán una y otra vez. Y ello ante periodistas que han asumido su papel inquisidor y de cuestionador agudo y agresivo como modelo del nuevo periodismo sin dejar hablar en ocasiones al entrevistado. Resumiendo su pensamiento, diciendo justo lo contario que acaba de decir el entrevistado. Reiterando la pregunta que ellos consideran incómoda pero que no nos interesa en el contexto de un candidato a presidir un país. Modelos diferentes que quieren ser originales pero que acaban reiterando la vieja dinámica de pregunta y respuesta del entrevistado como no puede ser de otra manera.

            Pero en medio de todo ello, sensación de asistir a un recital de cartón piedra con preguntas y respuestas que podrían figurar en cualquier manual de buen comunicador. Preguntas tópicas y respuestas más tópicas en las que nadie quiere concretar planteamientos, explicar su desarrollo, conocer su gestión y su coste. Y sobre todo hablar desde la sencillez del lenguaje que cada uno de nosotros empleamos cada día en nuestra vida cotidiana. Porque el púlpito, el atril, la tarima elevada, pensada para la retransmisión televisada nos alejan de la realidad vital que debería ser la política que resuelve y gestiona los problemas de la vida cotidiana de los ciudadanos.

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