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‘La gallina Turuleca’

la version remasterizada de la gallina turuleca

Pues ya saben, sobre todo para algún nostálgico de no demasiado vetusto cuño, la gallina turuleca… ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres. En la cancioncilla de marras estriba la presunta y única gracia de esta prolongación para la gran pantalla de un trabajo que durante su desarrollo me provoca una orfandad todavía mayor que su punto de partida… en cuanto a gracia me refiero. De una soberana falta de encanto, gracia o chispa alguna de imaginación. En fin, mejor no ensañarme mucho en ello.

Y claro que cuando uno se sitúa ante un producto de estas características, y pese al discretamente respetable nivel que viene presentando el cine de animación español en los últimos tiempos, sería injusto –y no soy quién, además- cargarme el trabajo específicamente técnico de una serie de profesionales que demuestran indudable oficio y elaboración en la composición de sus criaturas, esa conocida ave de marras en primer lugar. Pero esto resulta a todas luces insuficiente cuando de lo que se trata es de aspirar a mayores, es decir a algo mínimamente digerible y con algo de fuste.

Ni que decirles tengo –ya, ya sé que está orientada exclusivamente al público más menudo, pero también lo están las producciones de Pixar- que hace gala de un infantilismo y de un humor pueril que tira directamente de espaldas. Es de puro catón de los muy de antes. Y debo reconocer me genera un poco de grimilla.

Por supuesto, desconozco un tanto los gustos de los niños de la actual hornada, en realidad creo que siempre los he desconocido, hasta de los que pertenecían a mi propia generación (a mí con 9 años me chiflaba “Star Trek” y mis coleguillas que también tenían tele ponían me ponían caras raras), pero comprobando cuando asistí a su estreno en su momento -septiembre de 2019, poquito antes del confinamiento por el covid- que en la sala cuatro o cinco críos de no muchos palmos, no paraban quietos un instante, completamente desazonados, no sé si es oportuno deducir que la tal Turuleca mucha mella no les estaba haciendo. Vale, puede ser perfectamente achacable a la edad, pero no sé, no sé.

En fin, vuelvo a manifestarme en primera persona, que es la que me compete y la que quiero creer que les pueda interesar algo a ustedes. Es un completo desperdicio pagar por ver esto, otra cuestión es intentar digerirla en plataformas o ponérsela a los muy peques para que tomen la comida o estén entretenidos. Ya en su día comenté que, puesto que uno se gasta los cuartos, los euros, para llevar a hijos, sobrinos, primillos, era preferible asistir o recuperar “Frozen II” o “Espías con disfraz”, estos sí productos que tratan con amplitud de miras e inteligencia a cualquier tipo de espectador, y no ya por una cuestión presupuestaria, o al menos no exclusiva y prioritariamente.

Insisto, ya no es solo una cuestión crematística o técnica, que también (la aquí desplegada es muy modestita comparada con los anteriores ejemplos… admitido) sino de TEXTO, algo tan fundamental pese a que en el cine de hoy en día y por parte de las nuevas generaciones sea un tanto desconsiderado, repercutiendo en que actualmente no tenga eco y no se difunda ese maravilloso cine clásico en el que tanto y tan bien se hablaba. Como si esto fuera malo (ay, ay, esta sociedad de 140 caracteres, utilitaria en tantas ocasiones y tan nociva a veces para la lírica). Así nos va a la hora de la utilización monosilábica tanto del lenguaje como de la comunicación en general, de hecho, hemos perdido -hay decenas de estudios al respecto- capacidad oral en los últimos años. Por supuesto, a cambio seguramente de resultar más prácticos y funcionales dado estos tiempos tecnologizado que vivimos. Admito que tal vez el problema lo tenga yo por vivir todavía instalado en una época de líricas pretéritas. Qué le vamos a hacer, como diría la gran Jessica Rabbit, “me dibujaron así”. Pero vaya lo que puede dar de sí una producción de estas características… acabar filosofando sobre lo divino y lo humano.

Eso sí, señalar que por el mismo precio pueden “disfrutar” de dos versiones a ritmo gallináceo de la “Macarena” (lo que faltaba para redondear la cosa), tema que también se puede escuchar en una espléndida y coetánea obra de Clint Eastwood, “Richard Jewell”.

Pues eso… ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres… y espere que no ponga más de este calado en un próximo futuro porque si no voy aviado salvo, claro, que de su confección se encargaran en el futuro un John Lasseter o un Brad Bird, quienes seguramente serían capaces de darle la vuelta a este calcetín, que ya digo, ni tan siquiera a los infantes acabaron de entrar mucho varios de ellos.

Como curiosidad destacar que en su momento obtuvo el Goya a la mejor producción de animación, claro que en aquella edición no tuvo ninguna otra competidora. Discúlpeseme la maldad, pero constato un hecho.

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