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Los de Mollalta no defraudaron

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Plaza de toros de Puebla de don Rodrigo. Dos tercios de entrada.

Se lidiaron seis toros de Mollalta, de aceptable presencia, excepto el pitón izquierdo del primero. Primero justo de casta, segundo con clase, tercero manso encastado yendo a más, cuarto sosote pero con calidad, quinto encastado aunque sin germinar de humillar, y sexto con genio. Al quinto, número 13, se le concedió la vuelta al ruedo.

Víctor Puerto: Dos orejas y oreja.

Aníbal Ruiz: Ovación con saludos y dos orejas y rabo.

Sánchez Vara: Dos oreas con aviso y dos orejas y rabo.

Los tres toreros salieron a hombros junto al mayoral de la ganadería.

 

Como decíamos en las páginas taurinas de Lanza hace tres días, no es fácil ver lidiar corridas de hierros ciudarrealeños en los últimos años. Por eso, la corrida celebrada en el día de ayer en Puebla de don Rodrigo tenía un carácter especial. Se lidiaba un encierro de Toros de Mollalta, ganadería que pasta muy cerca de Tirteafuera, propiedad de la familia Colomer López, en la que el arriba firmante -y muchos otros- tiene depositadas firmes esperanzas, además de sentir un especial afecto por la familia ganadera. Y a fe que la corrida, sin ser perfecta, no defraudó.

El festejo contó con el prólogo que supuso el reconocimiento tanto a El Rubio de la Puebla, matador de toros local retirado, y a Aníbal Ruiz por su trayectoria en el año de su despedida.

El lote de la corrida se lo llevó Aníbal Ruiz, quien estuvo especialmente templado en su primero, un toro que se vino arriba y a mejor una vez que fue sacado a los medios. Allí el alcazareño acertó a perderle pasos para citar, embarcar y conducir el viaje del toro de Mollalta con ritmo, cadencia y largura, en una faena en la que primó el toreo sin efectos especiales que no remató acertadamente con la espada. Su segundo tuvo motor, pero le faltó humillar. Si así lo hubiera hecho y no se hubiera aburrido un tanto en el tramo final del trasteo, bien pudiera habérsele concedido el indulto, que fue pedido aunque sin unanimidad. Además, Aníbal brindó a la ganadera la faena, que resultó meritoria. Y no debemos olvidar el magnífico puyazo del picador Ignacio Sánchez, mayoral de Víctor y Marín, y nacido, además, en Puebla de don Rodrigo.

A Víctor Puerto le fueron concedidas dos orejas en su primero por una faena a un toro rebrincado que no terminó el viaje, al que era imposible hacerle nada lucido en aire clásico. Y sin embargo solo le concedieron una en el cuarto de la tarde, al que llevó al ralentí por momentos, ya que así embestía el toro, el cual se dejó las fuerzas en el peto del picador, teniendo que se coleado para sacarlo de allí. 

A Sánchez Vara le correspondió el mejor toro de la corrida (junto con el segundo). Saltó en tercer lugar y fue a más en toda su lidia, una constante de casi toda la corrida. Persiguió la muleta del alcarreño haciendo el avión por los dos pitones, y fue hasta donde le llevaron. Buen toro, al que le dieron más cantidad que calidad de muletazos. Sin embargo anduvo realmente firme en el que cerró plaza, un toro con genio que pegaba un tornillazo defensivo a mitad de viaje y que, ocasionalmente, buscó la taleguilla del torero. Y la encontró, aunque afortunadamente sin consecuencias.

Cabe señalar que la lidia de este toro contó con el aderezo que supuso el salto a la garrocha durante el segundo tercio, protagonizado con vistosidad por el matador de Guadalajara.

 

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