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Sinfonía morantista

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Plaza de toros de Aranjuez. Festejo del motín. Más de tres cuartos de entrada.

Se lidiaron dos toros de Victoriano del Río (primero y segundo), dos de Alcurucén (tercero y cuarto), y dos de Garcigrande (quinto y sexto). Bien presentados en general. Muy venidos a menos muy pronto los dos primeros. Encastados tercero y cuarto. Bueno el quinto, de nombre Descorchado, número 59, premiado con la vuelta al ruedo. Noble y justo de fuerza el sexto.

Morante de la Puebla (de catafalco y oro): Pinchazo, media estocada atravesada y dos descabellos (silencio). Pinchazo, estocada entera y descabello (silencio). Buena estocada entera arriba (dos orejas).

El Juli (de azul noche y azabache): Pinchazo y media estocada trasera (silencio). Estocada entera trasera (dos orejas). Estocada entera trasera (oreja con aviso).

Los dos toreros salieron a hombros.

Morante no estaba. O eso parecía, a juzgar por el escaso esfuerzo realizado en sus dos primeros toros, sobre todo en el primero, un ejemplar que tan solo aguantó dos tandas antes de venirse abajo. Algo más lo intentó en el tercero, pero fue más apariencia que realidad. El de Alcurrucén sembró cierto desconcierto en el segundo tercio, aunque el de La Puebla no se contagió de ese desorden, logrando sacar varios derechazos enroscándose a su oponente, si bien el trasteo nunca tomó vuelo.

Pero salió el quinto, de Garcigrande, y después de que Juli cortara dos orejas en el cuarto, Morante tenía que hacer algo si quería puntuar. Y puntuó. Vaya si puntuó. Ya en el recibo de capote meció las embestidas a la verónica; y con la muleta… Un deleite de toreo al natural, con tres en concreto que todavía duran. Maravilloso. Qué arte sin afectación, qué sabor, qué manera de inundar la escena con su torería. Y de este modo, con un solo toro, y habiendo quedado casi inédito en sus dos primeros, un torero de su corte salvó su tarde. Y algunos, con esa faena, salvarían una temporada. Bueno, algunos, no serían capaces de torear así en muchas temporadas.

El Juli, por su parte, fue todo arrojo y entrega. El desarrollo del festejo hacía pensar que le iba a dar un agua al renqueante Morante. Y hasta el cuarto se la dio, aunque no tuviera oponentes enfrente que le aguantaran el ritmo, pues su primero apenas duró dos tandas, y al tercero, que fue encastado, le faltó ritmo. En este toro lo mejor llegó después de que el madrileño se encarara con un espectador, lo mismo que ocurriría en el sexto, contestando a un “Ponte derecho” con toreo mecido de mayor sutileza que el ejecutado en sus dos primeros oponentes.

En Aranjuez, donde el concierto, sinfonía morantista.

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