Alguna bolita le cayó a Calita

Hay veces en las que, hablando en términos muy generales, para que algo te convenza debe pasar un tiempo más o menos prolongado. Sin embargo, en otras, un fogonazo es suficiente para sucumbir al convencimiento.

Y un breve fogonazo consistente en dos naturales fue lo que prendió nuestra adhesión al Calitismo, si es que tal término existiera, lo cual dudo mucho.
Nos estamos refiriendo al toreo de un entipado mexicano apodado Calita, de nombre Ernesto Javier, quien hace unos meses emprendió la aventura de intentar triunfar en España, cuna del toreo, y alcanzar su sueño de confirmar alternativa en Madrid, lo cual no podrá materializar está temporada.
Para ello dejó atrás su entorno familiar y personal, y aceptó la propuesta del matador de toros y empresario toledano José Montes de venirse a España a hacer temporada.
El destino hizo coincidir su sueño con la irrupción del coronavirus, y su anhelo ha quedado parcialmente truncado, aunque en sus palabras no hay pesadumbre -tampoco alegría de tablao flamenco-,  ya que se considera un afortunado por haber tenido la ocasión de volver a la tierra que presenció sus comienzos, allá a mediados de la pasada década (tomó la alternativa en 2009).
Retomando el hilo del inicio de este texto diremos que Calita deslumbró al arriba firmante por dos naturales pegados en una plaza de pueblo; fue el pasado 9 de agosto en Villamalea ante un noble astado de Vellosino, una ganadería de enorme clase y fuerzas medidas.
Uno de los ejemplares de Calita metió la cara gateando (término acuñado en jerga taurina para designar una embestida lenta y entregada), y el mexicano le hilvanó dos naturales de ensueño. Sí, de ensueño. Tal cual. Acompañando la embestida con el pecho, hundidos los riñones, fijos los pies en la arena, y ralentizando con la muleta la ya de por sí templada acometida del de Vellosino, hasta el final, rematando con elegante armonía. Como pocos son capaces de hacerlo; a un toro. De salón es otra cosa.
Y a modo de pellizco para contrastar que aquella visión fue real y no ensoñación nos citamos con Calita. Fue en la finca Bellos Montes, en Noez (Toledo), donde el mexicano tiene su cuartel general en nuestro país, para tentar dos becerras y un novillo de la ganadería de su apoderado español.

Calita 5
Calita al natural JCS

Allí Calita nos dijo con su muleta que la visión de Villamalea fue real, aunque sin llegar a alcanzar la cota que supusieron aquellos dos naturales excelsos que han inspirado este texto, sustentado en dos muletazos hechos realidad y sueño por un torero a quien, según parece, le cayó en la cabeza alguna de las bolitas aquellas que decía Rafael de Paula.

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