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Lo que nos dejó la Feria de Fallas

Roca Rey el pasado día 15
La recién finalizada feria de Fallas de Valencia nos ha dejado varias claves a interpretar de cara al resto de temporada española, y una de las más sangrantes es la cantidad de pegapases que hoy día pueblan el escalafón superior. Aunque claro, ésto tan solo es una opinión personal con la que muchos no estarán, afortunadamente, de acuerdo. La disparidad de criterios con frecuencia ha sido enriquecedora, siempre y cuando haya ido acompañada de tolerancia. La arriba expresada, con todo el respeto posible por esos superhombres que son los toreros, se basa en las razones que a continuación exponemos.
No han sido pocos los toros que han saltado al ruedo en Valencia ofreciendo embestidas preñadas de posibilidades de triunfo. No es que hayan sido perfectas, pero es que tampoco tienen porqué serlo; como tampoco es posible -ni deseable- la faena perfecta. 
El toro que hoy día salta a nuestros cosos taurinos es el más afinado de la historia. Si aficionados viejos pudieran ver la manera en la que embisten algunos -bastantes- toros hoy día, les costaría trabajo creer lo que estarían viendo. Esa manera de repetir, de meter la cara abajo y, sobre todo, de aguantar faenas que, en ocasiones, rondan o superan los cien muletazos. Y, con harta frecuencia, la cantidad estuvo reñida con la calidad. Lo estuvo, y lo sigue estando.
Ahí queríamos llegar. A la calidad, que es precisamente lo que se echa en falta, al menos en el caso del arriba firmante. La cantidad de trapazos perpetrada por gran parte de los toreros que hicieron el paseíllo en Valencia es para pensárselo. 
No solo se trata de que el torero tenga suerte con el toro que le toque, sino que el toro tenga suerte con el torero que le toque, y con el día que éste tenga. Porque no es lo mismo un torero un día determinado, que otro distinto. Todos tenemos días y  días.
Días buenos y buen toreo hecho o apuntado cabe reconocérselo a un reposado Pablo Aguado en la corrida de Alcurrucén, algún pasaje breve pero sabroso de Antonio Ferrera frente a Zalduendos, momentos de un Paco Ureña al que se notó algo incómodo en cuanto a colocación pero con su concepto de verdad desnuda aún como timón de su toreo, las formas de un Diego Urdiales sin toros, y un Finito de Córdoba que continúa siendo un torerazo. Lo demás fue toreo al por mayor, incluido el pseudotriunfo de un matador en horas bajas y que maneja la muleta a base de trallazos como es Sebastián Castella, que parece haber cogido el relevo de El Cid en cuanto a torero afortunado en los sorteos. López Simón también triunfó, pero su manejo de las telas dista mucho de la sutilidad. Y el caso Roca Rey, un torero arrollador que, de momento, se decanta más por poner de manifiesto su incuestionable poderío, en perjuicio de un toreo de mayor templanza y calidad. Quizás piense que tiempo habrá de gustarse, y hasta probablemente lleve razón. Pero de momento, torear, lo que se dice TOREAR, no han sido capaces de hacerlo tantos. 
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