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Una casa Patrimonio de la Humanidad

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Rietveld, fue un arquitecto holandés nacido en 1888, que a sus 36 años recibe el encargo de construir una casa para Gertrude Schroeder. Gerrit Thomas Rietveld empezó a trabajar como aprendiz en la ebanistería de su padre al terminar sus estudios en la escuela primaria. Por las noches asistía a una escuela nocturna de artes y oficios. Cuando se independizó de su padre para montar su taller cambió totalmente su perspectiva. Dejó de construir muebles historicistas para construir un mobiliario reducido a los elementos estrictamente necesarios. “Cogíamos un aparador y eliminábamos toda la decoración, las molduras y otros elementos no esenciales. De esa forma, los aparadores volvían a convertirse en cajas”. Su primera versión de su famosa silla roja y azul se terminó en 1918.

Y de ahí surgió su contacto con el movimiento De Stjl y el uso de los colores primarios que identificaban su actividad. La casa Rietveld-Schröder se proyectó en 1924 para Truus Schröder-Schräder una joven viuda con tres hijos pequeños. La casa se construyó ese mismo año en un solar alejado del centro de Utrech, ciudad natal del arquitecto. La casa es de una gran sencillez volumétrica. Un edificio de dos plantas construido con una mezcla de técnicas modernas y tradicionales. Cimientos de bloques de hormigón sobre los que se levantan pilares de hormigón armado que soportan los forjados. La cubierta y los balcones tienen vigas metálicas y las divisiones interiores se realizan con fábrica de ladrillo revestida de mortero de cemento.

        

El lugar de la construcción es importante para el proyecto y Rietveld siempre cuidaba los entornos donde se realizaban sus edificios. Un solar en las afueras de la ciudad, ligeramente elevado para poder observar el entorno circundante. El programa de la casa marca una continuidad entre los espacios interiores y el exterior con grandes huecos de fachada que se hacen diferentes en cada uno de los planos. Los colores rojo, azul, amarillo blanco y negro marcan los diferentes elementos del proyecto. Los elementos blancos del conjunto  contrastan con los perfiles de ventanas y elementos de acero, pintados en color negro. El rojo, amarillo y azul subrayan algunos elementos lineales  como las vigas o marcos de puertas.

Es una casa de pequeñas dimensiones con apenas 70 metros cuadrados de planta y ocho puertas que comunican esta planta con el exterior. La dueña de la casa plantea sus necesidades, que Rietveld respeta cuidadosamente. La sala de estar está en la primera planta en lugar de la planta baja y las habitaciones se ordenan en torno al vestíbulo como quería la propietaria. La vivienda está diseñada para que los usuarios participen activamente en la vida que se desarrolla aquí. Para cualquier acción hay que realizar un cierto trabajo: crear un baño y un dormitorio abriendo o cerrando las particiones correderas. El tamaño de los espacios depende del tiempo que se pasa en ellos y los espacios con menor uso se combinan entre ellos como la cocina-comedor, el pasillo-escalera.

Una arquitectura sencilla, que tiene su belleza en una correcta resolución de su programa funcional adecuado a las necesidades de la persona que vive en ella, que se construye con austeridad en los medios y materiales, que se relaciona con el entorno próximo como parte de la propia vivienda y que cuida cada uno de los detalles de su interior con el mobiliario y los elementos que la conforman. La austeridad y la sencillez del proyecto son elementos esenciales de la grandeza del proyecto.

La casa Rietveld- Schröder fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 2000. Y ahora, cercana a una gran vía de circulación con edificios construidos en uno de sus laterales permanece como un icono de la arquitectura del siglo XX al que se acercan respetuosos los visitantes que se calzan los zapatos de quirófano para recorrer su interior en una visita sagrada hacia uno de los edificios del que Alison y Peter Smithson dicen que es “el único edificio verdaderamente canónico del movimiento moderno del norte de Europa”.

Frente a las unifamiliares de los nuevos ricos, a los excesos de escultura convertida en arquitectura que quieren  plantear algunos arquitectos actuales, a las exhibiciones de materiales y superficies que nos presentan algunos programas televisivos, esta sencilla casa en las afueras de Utrech sigue siendo un modelo de la buen arquitectura del siglo XX.

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