Álvarez y Molina describen la evolución de la Plaza del Pilar propiciada por los cambios en la ciudad

De quedar “prácticamente al margen de la ciudad”, por las dificultades de salubridad y de construcción que conllevaba edificar en una zona por la que pasan corrientes de agua, varios factores contribuyeron a convertir la Plaza del Pilar “con el cambio de siglo”, del XIX al XX, en un dinámico, representativo y céntrico enclave de Ciudad Real, prácticamente en el “ombligo” de la misma durante muchas décadas.

La apuesta de Barrenengoa de situar ahí su casa-palacio, encargada al arquitecto Sebastián Rebollar, responsable del Palacio Provincial de la Diputación, fue clave, apreció el arqueólogo, Honorio Álvarez García, que indicó que al poco se construyeron otros edificios como el Banco de España en 1904, que es el único que queda de esa época y al que calificó de “centinela no sólo ya de la plaza sino de la ciudad”.

Para Álvarez García, coautor junto al también arqueólogo Manuel Molina Cañadas, del libro ‘Plaza del Pilar’ editado por Serendipia, en la evolución de esta céntrica plaza se puede ver la experimentada por la ciudad con su modernización, crecimiento y llegada de nuevas comunicaciones. El patio del claustro del antiguo Convento de la Merced, que se llenó de público, fue el escenario para la puesta de largo de esta publicación sobre una plaza que cuenta con edificios que son “símbolos de su tiempo” como el propio Banco de España o la Torre Cervantes.

Su privilegiada ubicación en la confluencia de las personas y mercancías que venían desde las estaciones situadas al final de la calle Ciruela y en el parque de Gasset, contribuyeron al relevante papel que adquirió esta plaza, así como la vitalidad que generó en el entorno la instalación de los jesuitas y la apertura del colegio Hermano Gárate. Hasta la historia del cine en Ciudad Real está ligada a la Plaza del Pilar, donde se realizaron en 1903 las primeras proyecciones, aparte del dinamismo que generó, posteriormente, en este espacio de referencia de la ciudad, por ejemplo, la actividad de los Cines y el Hotel Castillo.

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Se llenó el patio del claustro de la Merced en la puesta de largo de la publicación / A. R.

Para muchísimos ciudarrealeños, es un lugar muy importante la Plaza del Pilar, donde han sucedido desde motines y procesiones hasta desfiles de Carnaval y batallas de flores en los años 60, comentó Álvarez García, que recordó, en relación con el rol económico de este enclave, cómo un cronista del diario Lanza de los años 50 la describía como “una plaza rodeada de bancos menos en verano que estaba rodeada de bancos en tres de sus partes, mientras que en la cuarta se hallaban las terrazas de los bares”.

El Casino de la Unión o el palacio de los Messía de la Cerda son otros de los inmuebles que desaparecieron en una plaza donde se alzaron posteriormente edificios con un gran número de plantas como la Torre Cervantes, ejemplo de la pretensión de querer ser “gran capital y emular las grandes ciudades europeas con rascacielos”, expuso Álvarez García, que indicó que este inmueble tomó el nombre de Cervantes porque así se llamó la Plaza del Pilar “desde los años 20 hasta bien avanzados los 60”.

Fotografías inéditas, relevante documentación arquitectónica de edificios como el del Banco de España obtenida del Archivo del Banco de España en Madrid y memorias e historia oral de “la gente que ha vivido en la ciudad” incluye el libro ‘Plaza del Pilar’, así como un plano “sobre tres momentos históricos con los edificios tanto existentes como algunos de los ya desaparecidos”.

Álvarez García destacó, así mismo, la apuesta “firme, lúcida y entusiasta” de la editorial Serendipia por el patrimonio de Ciudad Real con la serie ‘Ensayo’ en la que está incluido este libro y que se inició con ‘Espacios y tiempos en Ciudad Real. La ciudad interior’, de Diego Peris, quien prepara una nueva entrega sobre la ciudad fuera de rondas. En la presentación del libro ‘Plaza del Pilar’ participaron José Ignacio de la Torre, director del Museo de Ciudad Real; David Rodríguez, del Departamento de Historia de la UCLM; y José Luis Sobrino, responsable de Serendipia.

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