Caballero defiende “un acuerdo por el sistema público de salud, para que nunca más sea objeto de recortes”

Diez días antes del estado de alarma Ciudad Real confirmó el primer positivo por coronavirus, doce jornadas después había hospitalizadas alrededor de 1.000 personas en la provincia y un mes más adelante registraba más de 60 fallecimientos en menos de veinticuatro horas. José Manuel Caballero recuerda las conversaciones a diario con el consejero, Jesús Fernández Sanz, y habla de la “angustia” que vivieron en aquellas semanas los responsables sanitarios, que tuvieron que tomar “decisiones sobre hechos absolutamente inciertos”.

“Lo peor que le puede ocurrir a un gobernante es tomar decisiones sin tener todos los datos, sin tener toda la información”, y en aquel momento, destaca el presidente de la Diputación, “ni la tenía la Unión Europea y hemos visto que tampoco la Organización Mundial de la Salud”. En la historia reciente no había ocurrido nada parecido, y los responsables políticos, “de todos los países de Europa y de todas las autonomías de España, con independencia de su color político”, se enfrentaban a un virus desconocido.

Los datos de contagios, más de 40.000 en Ciudad Real, son “terribles”, pero aún más son los fallecidos, más de 1.600 desde el inicio de la pandemia. Para José Manuel Caballero ha sido lo peor: “al fin y al cabo muchos contagiados, como es mi propio caso, estamos aquí para contarlo”. Su dolor es por los muertos, “esos hombres y mujeres, muchos de los que yo conocía”. Para él, la sociedad no será capaz “de darles todo el cariño que merecen, no solo por el fallecimiento, sino por las circunstancias en las que se han producido, alejados de los familiares, sin ese último adiós que todos queremos para nuestros seres queridos”.

Vivir la enfermedad

Con sinceridad habla de su experiencia personal con el virus. “Lo que tuve es miedo, no me duelen prendas en reconocerlo”, afirma durante la entrevista a Lanza. Tuvo molestias durante 4 o 5 días, fiebre, congestión nasal, dolores musculares en la espalda y las rodillas, altas subidas de tensión, pero era llevadero, “lo que no es soportable es la sensación de que no sabes cómo va a derivar la enfermedad”. No podía evitar pensar en un mal resultado, ni compararse con conocidos “más fuertes y en mejores condiciones sanitarias” que él y que no lo habían superado.

Lo mejor de esos días fueron los sanitarios, “los médicos y enfermeros del centro de salud del Torreón” en Ciudad Real, que desde el primer momento le hicieron un diagnóstico correcto y aplicaron “un tratamiento perfecto que tenían muy ensayado”. “A ellos les estoy profundamente agradecido, porque me dieron confianza, seguridad, y demostraron que son unos magníficos profesionales los que tenemos en Castilla-La Mancha y en Ciudad Real”, explica.

En cuanto a la vacuna, no tiene “ni idea” de cuando le tocará, ni le preocupa, pues espera que le quede algún anticuerpo aún, aunque cuando le llamen se vacunará “gustosamente”. Caballero considera que los políticos que se han saltado el protocolo “son unos egoístas”. “No se dan cuenta que cuando ellos se vacunan están privando a alguien que lo necesita más que ellos, y demuestran que no merecen la responsabilidad institucional, religiosa o pública que tienen”, expresa.

Las carencias de la sanidad pública

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El presidente de la Diputación provincial de Ciudad Real, José Manuel Caballero, en una imagen de archivo / Elena Rosa

En un año ha dado de sobra tiempo para reflexionar sobre la sanidad pública, “una de las mejores del mundo”, advierte Caballero, pero también un sistema “con debilidades y carencias”, que necesita “producir más profesionales de la sanidad”. El presidente de la Diputación afirma que “el país tiene que asumir que tendremos que pagar más impuestos para tener todavía más sanidad” y subraya que, cuando la pandemia pase, “todos los responsables institucionales de gobierno y de oposición del país tendrán que hacer un pacto por la sanidad pública”.

José Manuel Caballero, que entiende que la pandemia ha demostrado que “cuando bajas al territorio, todos tenemos los mismos problemas y tenemos que tomar decisiones muy parecidas, mediatizadas por las recomendaciones de los técnicos y expertos sanitarios”, defiende “un acuerdo por el sistema público de salud por encima de ideologías para que nunca sea objeto de recortes económicos”. A su juicio, es indispensable para que sea “verdaderamente la joya de un Estado que lo más importante que tiene es la vida de sus ciudadanos”.

A la pandemia, José Manuel Caballero cree que los ciudarrealeños han respondido “bien”, pues son “casi anecdóticos” los casos de incumplimientos, pese a que ha habido muchas sanciones y no tenía que haber ninguna. “En el mes de diciembre, cuando oíamos hablar de confinar ciudades de 8 millones de habitantes en China, decíamos ‘esto en España sería imposible’. Pues bien, en España fue posible, desde Madrid a Anchuras”, afirma. Eso sí, no evita pedir más “responsabilidad”.

El político y el ciudadano

Como político, en este tiempo ha asumido con resignación el teletrabajo, pese a que ama el contacto humano. Considera que el trabajo delante de un ordenador “agota mucho más” desde el punto de vista físico, y ahora, que ya ha vuelto a su despacho en el Palacio Provincial con muchas limitaciones, admite que echa de menos “el feedback -la retroalimentación- con la población”. Las agendas están reducidas, los actos son con presencia mínima de ciudadanos, y así “es difícil explicar la gestión y escuchar las recomendaciones de la gente”. Las redes sociales, son un medio, pero incluyen “mucho ruido”.

A nivel personal, Caballero, que enmudece al intentar buscar algo positivo de la pandemia, echa de menos poder juntarse con su familia, “poder quedar con mis familiares a comer y a tomar un vino”, no poder celebrar la Nochebuena como había hecho los 49 años anteriores, pues tiene 50. Ese es el hecho “más simbólico” que describe sus ausencias en los últimos meses este presidente que no puede evitar recordar que en los últimos días Alcolea de Calatrava, su pueblo, debería haber celebrado las fiestas de Santa Escolástica, reducidas en 2021 a la “mínima expresión”. Al menos, “los cohetes han quedado bonitos desde el cerro de la Santa Cruz”, dice.

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