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No es bueno que ella esté sola

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La mayoría habían venido de Valdepeñas: allí había nacido Raúl. Pero también había gente de Tomelloso, de Campo de Criptana, de Ciudad Real, de Almagro… ¿Qué congregó a tantas personas ayer en nuestra catedral? Además de la procedencia, también había diferencias en las edades, los trabajos, la condición social… ¿Qué era lo que los unía? Se habían reunido para asistir a un milagro.

Mejor, a dos. Un milagro sobre el pan, que es más habitual, y un milagro sobre una persona, un joven de Valdepeñas. El milagro no solo consiste en que el pan se convierte en el cuerpo de un judío del siglo I que resucitó: es la culminación de un proceso que se remonta a la misma creación, a la potencia de una semilla de trigo. Tampoco consistía el otro milagro en convertir a un joven en ministro del Maestro de todos los cristianos: ese milagro estaba precedido por todo un proceso de discernimiento, de libertad, de lucha, de acompañamiento, de configuración de la persona para responder al Misterio y vivir de Misterio.

Junto a todas las personas que estaban allí y acompañaban el pan y el cuerpo de Raúl, también fueron invitados otros, desde más lejos aún: había alguno de Italia –Francisco era su nombre–; otros, de Israel –María, Pedro, Andrés…–; también había una mujer de Ávila –Teresa se llama–; y de muchos otros lugares y tiempos. Cantamos sus nombres y les pedimos colaboración para hacer más consciente el milagro.

El cristianismo es, ante todo, un misterio de compañía, de amistad, de camino compartido, de aprendizaje del amor.

En las lecturas de este domingo, en nuestras iglesias se proclamará el texto del Génesis cuando Dios “dice en voz alta”: “No es bueno que el hombre esté solo”. Y, por ello, es creada la mujer. La soledad es un misterio irrenunciable del ser humano, pero no es lo último que somos; ni lo primero. La creación de la Eva tiene mucho que ver con lo que ayer vivimos en la catedral de Ciudad Real.

¿Por qué se ha creado el Resucitado un nuevo sacerdote? Porque no es bueno que la Iglesia esté sola. Las comunidades de Porzuna, Horcajo y otros pueblos de los Montes serán testigos de ello: Raúl caminará, a partir de ahora, por sus calles y carreteras.

Dios ama tanto a su Iglesia que le regala la compañía de sus ministros. La Iglesia es nueva Eva, creada de la costilla de ese nuevo Adán que murió por ella: Raúl, como tantos otros, es presencia del Esposo, porque no es bueno que se quede sola la Esposa.

Existen sacerdotes porque Jesucristo suscita cristianos Sigue habiendo vocaciones porque su fundador no ha dejado de amar a su Iglesia, por muy pecadora que sea o muy estéril que se crea. Él se ha comprometido a seguir haciendo milagros para que siga habiendo ministros de su Palabra y su Cuerpo, de su futuro y su perdón.

Podrá haber apostasía, la humanidad podrá renegar de su Creador, podremos entender mal la libertad y vivirla de forma adolescente y posesiva, podremos multiplicar la mentira y llamar bienestar al egoísmo y amor al mero placer: Dios se ha comprometido con el mundo, Cristo se ha ligado para siempre a nuestra carne y su debilidad; hay futuro.

Por eso siguen surgiendo sacerdotes, con toda su juventud puesta a los pies del altar, con toda su sonrisa situada al frente del pueblo, como Raúl ayer.

En la sonrisa de este joven que es ya sacerdote aprendemos a recuperar la esperanza. Ayer, hoy y mañana sabemos que estamos en buenas manos: la libertad es posible porque hay Alguien que nos ama sin límites, que dirige la historia y sus contradicciones por los caminos del bien, que ha desposado a su Iglesia para siempre, sin divorcios, sin fisuras.

Hay fruto, hay libertad, hay respuesta. Hay Dios.

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