Alrededor de cincuenta personas escuchan sentadas una oración religiosa con cierto deje extranjero ante un altar sin sacerdote. El sonido llega de varios altavoces, aunque procede del noreste de la iglesia, donde tras un enrejado están las tres monjas de la Orden de la Inmaculada Concepción de Santa Beatriz de Silva que dejarán en los próximos días el histórico convento de clausura de Manzanares.
Cada día desde hace muchos años, a las siete y media de la tarde, el llamado rosario de la tarde atrae a los devotos hasta la coqueta iglesia de la Plaza de Alfonso XIII, a aquellos que han adornado sus solapas en los dos últimos meses con el lazo azul, aunque no sólo los que llevan el color del antiguo hábito de las religiosas defienden la continuidad.
En esta época de crisis de valores religiosos y agnosticismo, la defensa de la supervivencia de un convento con monjas de clausura resulta paradójica y hace aún más llamativa la opinión unánime que existe entre los vecinos de Manzanares. Quizás tengan que ver los cuatro siglos de historia del convento, la puesta en valor del patrimonio y la relación tradicional que han tenido estas religiosas con la ciudad, a nivel religioso, pero también en el ámbito educativo y en otro tipo de menesteres.
La desaparición de comunidades religiosas
Cuatro años llevan solas las tres monjas de origen indio del convento de las Concepcionistas Franciscanas Descalzas de Manzanares. La falta de vocaciones entre las españolas está sin duda detrás de la reubicación de estas tres religiosas con alrededor de 40 años, que llevan media vida en Manzanares y que acabarán en el monasterio de la calle Blasco de Garay en Madrid.
El cierre de conventos es una realidad que afecta a todas las órdenes por igual en España, con comunidades reducidas a mínimos por el envejecimiento y sólo hay que echar un vistazo en la provincia para observar como solo quedan cuatro dominicas en Almagro y cinco clarisas en Villarrubia de los Ojos. Dentro de la Orden de la Inmaculada Concepción de Santa Beatriz de Silva se considera comunidad religiosa a partir de las ocho monjas, por lo que hace mucho que este convento dejó de tenerla.
La Mesa Pro Convento ha canalizado las reivindicaciones vecinales
Cerca de 8.000 firmas recogidas -5.400 a pie de calle y 2.500 en change.org-, más de 200 lazos azules repartidos en las fachadas y alguna concentración esporádica convocada a través de las redes sociales. La Mesa Pro Convento ha canalizado y dado visibilidad desde Semana Santa al deseo ciudadano de que el convento sobreviva. Desde el principio ha abanderado una “visión abierta e integradora”, que ha reunido diferentes sensibilidades, tanto creyentes como ateos.
Para la plataforma “decir que no hay vocaciones no soluciona el problema” e incluso lo agrava, porque no contribuye a generar nuevas simpatías, por eso su llamada ha llegado incluso hasta la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en Roma, tras pasar por los obispados de media España. También invita a la reflexión: “todos los monasterios no se pueden convertir en hoteles o restaurantes”.
Defensa unánime de la continuidad
Instalado el tema en el debate público, para escuchar opiniones sólo hace falta salir a la calle y los vecinos hablan sin tapujos. Miembro del grupo de teatro de la UP, que ha donado la recaudación de las últimas actuaciones al convento, Dori destaca que “es un símbolo para el pueblo que se debe respetar, independientemente de que sea eclesiástico o no, y no debemos de consentir esta situación, porque si cierra perderemos todos”.
Vecina de la Plaza Alfonso III, María, de 60 años, habla de la relación “tan cercana” que mantienen con el pueblo, pues “la clausura ya no es lo de antes”, y, de hecho, en los rosarios intercambian palabras con los fieles y este pasado domingo durante la procesión del Corpus Christi estuvieron en la puerta de entrada del convento.
Los vecinos encuentran en las religiosas “consuelo” y en el convento espacios, y si no que se lo pregunten a la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Manzanares, que perderá su sede. Además, Luciano, un joven de 33 años, reflexiona sobre la preocupación que existe sobre la conservación del patrimonio histórico y su interés turístico.
El Ayuntamiento dejará de ocuparse del mantenimiento del edificio
Después de mantener contactos en los últimos días con responsables religiosos de diferentes escalas para “ganar tiempo” y asegurar la continuidad, el alcalde de Manzanares, Julián Nieva, confirma los malos presagios en este sentido: “si no hay monjas, no hay edificio”. El Ayuntamiento ha colaborado durante años en el mantenimiento, pero si las monjas se van los responsables de este patrimonio “se tendrán que ocupar”.
Por su parte, la Diócesis de Ciudad Real expresa su “tristeza” por la caída del número de vocaciones, aunque el responsable de comunicación, Miguel Ángel Jiménez, confiesa que “a veces la historia nos sorprende” y “la tendencia puede cambiar”.
