Y es que, las aventuras de Dorothy y su perro Totó en la versión de Harúspices —con una interesante puesta en escena— llenó el Teatro Municipal de fantasía y diversión en unas fechas que se prestan a ello.
El argumento de El Mago de Oz no deja de sorprender a pesar de ser archiconocido. Dorothy, una niña huérfana de Kansas que vive con sus tíos es llevada (junto a su perro Totó) por un tornado dentro de su casa a la tierra de Oz. Un tornado muy bien resuelto escenográficamente por Harúspices. La casa, al caer, mata a la Bruja Mala del Este y Glinda, la bruja buena del Norte (“solo las brujas malas son feas”) le da los zapatos encarnados de la finada y le recomienda que vaya a ver al Mago de Oz para poder regresar a Kansas.
El hecho de la muerte de la bruja mala causa una gran algarabía en los habitantes de la tierra de Oz. Los actores contagian la alegría de sus cantos y bailes al público, tanto a la chiquillería como a los mayores. Dorothy, siguiendo el camino de baldosas amarillas (que transcurre por la platea del teatro, hecho que es celebrado por los pequeños espectadores) se encuentra con un indeciso espantapájaros que tiene la cabeza llena de paja.
El siguiente en sumarse a la cuadrilla es un oxidado hombre de hojalata que no tiene corazón. Y en el camino hacía el Mago se encuentran con el último del grupo, un león cobarde que se tiene miedo a sí mismo.
El Mago les Oz les pone una tarea complicada para llevar a Dorothy y Totó a Kansas; ponerle un celebro al espantapájaros; un corazón al hombre de hojalata y hacer valiente al león. Y, aunque El Mago de Oz sea conocido por todos, no vamos a desvelar más, no nos gustan los spoilers.
Pero, entre la gran ovación del público, el montaje tuvo un final que sí podemos contar: se celebró el cumpleaños de Abel, un niño del público que subió al escenario y al que todos cantaron el “Cumpleaños Feliz”.
