¿Es esta mejor que aquella primera muesca coppoliana, aunque suene a herejía? O con qué anteriores producciones de su director, el grandísimo Martin Scorsese, tales como las verdaderamente espléndidas “Malas calles”, “Uno de los nuestros”, “Casino”, “Gangs of New York” o “Infiltados, incluso “Taxi driver”, se podría parangonar. Pues miren, no se trata de establecer comparativas fútiles, inútiles.
Es un trabajo mayúsculo y punto. Y a ser posible, sobre todo dadas sus tres horas y media de duración de las que ni me enteré en fracción de segundo alguna, es para ser paladeada en una sala de cine, en un pantallón bendecido por la oscuridad y la disponibilidad total para verla de una tacada.
Sin duda, yo al menos no la albergo, es obra de senectud en el mejor sentido del término. De ocaso, de crepúsculo, de testamento, de retirada o despedida… según se quiera matizar. Propia de alguien que decide darle una vuelta de tuerca final a la que ha constituido una de sus especialidades. De ahí ese generoso y singular epílogo, devastador en todos los sentidos posibles, de reflexión existencialista si me apuran aunque puede que sin vocación de tal, no exenta de humor y carente de filosofía trascendente.
Constituye otra de esas historias más grandes que la vida de la tradicional América más salvaje, cruda, intrigante, poderosa, sombría, cosida a balazos y expeditivas decisiones, de subterráneos y alcantarillados de lo más oscurecidos. Y con un contrapunto, entre otros varios más y diversos, como lo es esa terrible, devastadora, desoladora relación, no muy extendida en metraje, de un padre con sus hijas, de una en concreto, que abomina de lo que ve e intuye en el cabeza de familia. Y dando opciones a que este justifique su proceder, esto es, pensando que sus horribles actuaciones suponen una forma de protección. Concediéndole a todos ellos una oportunidad para justificarse, aunque la de este último resulte pavorosa.
El susodicho es el irlandés del título, un matarife impecable de la mafia (y loable veterano de guerra) de aspecto rudo pero amable… pero solo eso, apariencia, porque sus intestinos resultan brutales. Frank Sheran es su nombre.
Igualmente, de la relación con su tutor, jefe y amigo, Russell Bufalino, un inmenso Joe Pesci, estrella de la función, algo que tiene incuestionable mérito teniendo en cuenta los pesos pesados que le rodean. En esta ocasión dejando la febrilidad a un lado y aludiendo a una sobriedad y gestualidad casi imperceptible… pero demoledora en su magistral minimalismo.
Como tercer vértice está Al Pacino, desgarrador, trágico, kamikaze puro o simplemente tozudo en mantener lo que puso en pie, encarnando a alguien que llegaría a tener prácticamente tanto poder como el presidente estadounidense, Jimmy Hoffa, poderosísimo líder sindical del transporte en su país en un período de lo más convulso. Al respecto, les recomiendo dos biografías en celuloide que no tienen desperdicio alguno, una encubierta –“F.I.S.T. Símbolo de fuerza”- de Norman Jewison, la otra más oficialista –“Hoffa”- dirigida por el inefable, menudo y talentoso Danny De Vito
De fondo, pueden asistir a manipulaciones de todo tipo, partidas de ajedrez en el tablero de la vida por parte de quienes manejan los hilos del poder, ejecuciones, siniestras decisiones sanguinolentas, turbias relaciones, amistades traicionadas, vínculos casi inexorables con la familia como elemento atrozmente aglutinador… expuesto todo ello con una complejidad y a la vez sencillez francamente ejemplar, sorprendente, deslumbrante en todo momento.
El guion del justamente reputado Steven Zaillian (“La lista de Schindler”, “En busca de Bobby Fischer”, “Misión imposible”, “Despertares”, “Gorrión Rojo”…), basado en el libro biográfico “I hard you paint houses” –algo así como “He oído que pintas casas”- de Charles Brandt, posee la precisión del mejor sastre –o diseñador- confeccionando trajes, adaptándose en todo momento al estilo, algo menos desmelenado y crispado que en anteriores trabajos (aunque con generosas explosiones marca de la casa) del genial cineasta italo-americano. Todo un tratado sobre la gran y la infra historia de los USA durante unas décadas muy pero que muy agitadas.
Y claro que responde a una estructura que se ha acabado convirtiendo en formularia, pero sin caer por ello en el ensimismamiento. Y claro que le debe mucho a “Uno de los nuestros”. Y claro que vuelve a imbuir su trabajo de una banda sonora que no nos es ajena y que puede ser la de toda una época(s), pero eso no solo no le resta ni un ápice de fulgor a su empeño sino que lo acaba de potenciar definitivamente, sin renunciar por ello a manifestarse reposado, mostrando refulgente decrepitud, virulento sosiego. A propósito, qué diferencia la de ese plano secuencia inicial contrastándolo con otros pasados de su autor, sin ir más lejos el de la cocina de “Uno de los nuestros”. En este caso más pausado, a tono con el perfil del personaje en su ancianidad que va a pasar a contarnos la gran y ajetreada historia de su vida.
Impresionante, incluyendo su colofón, su devastador epílogo de vejez y soledad.