El estilo de vida físicamente activo en edades tempranas sienta las bases para evitar ciertas enfermedades crónicas importantes como la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares, la obesidad, el cáncer, problemas musculares y casi todos los problemas relacionados con la salud mental. La disminución del stress, la potenciación y el desarrollo de la autoestima, favorecen el buen establecimiento de las relaciones sociales o de pertenencia a su grupo de iguales. No hay ningún deporte mejor que otro, y cada persona puede iniciarse en el que le más le guste o se adapte a sus cualidades físicas y mentales. Lo más importante es que se realice con regularidad y sin espíritu de excesiva competitividad. Como actividad complementaria, es muy importante, pero nunca, como actividad que suponga un sobreesfuerzo añadido y una pelea por ser siempre el mejor. Si tenemos las cualidades adelante, hay que entrenar, pero el entrenamiento exige elevadas dosis de voluntad y sacrificio que quizás un niño de corta de edad no pueda superar. Nos hemos encontrado con problemas emergentes a consecuencia de la mala práctica de la actividad deportiva, olvidando los valores que el propio deporte nos puede aportar. Por lo tanto, adaptemos a la psicología de cada uno esa capacidad para elegir, si somos aptos o no y si merece la pena el excesivo espíritu competitivo que tan poca gracia nos hace y que a la vez, puede ser capaz de frustrar a nuestros jóvenes si la meta que se establece, no la podemos alcanzar. Aunque la única meta a tener en cuenta será la de divertirnos de forma sana y competir aunque no lleguemos a ganar nunca. Nuestra salud desde luego que sí!…