No son buenos, sino muy buenos, virtuosos capaces de desacralizar y suprimir rictus que hacen que la música clásica no conecte con muchos públicos. El polifacético violinista armenio-libanés Ara Malikian y el prestigioso guitarrista bonaerense Fernando Egozcue han firmado su segundo trabajo en común, Con los ojos cerrados…, una delicia de álbum que hoy presentan en formato de quinteto en Alcázar de San Juan.
Desde el pop al jazz, sin olvidar la música clásica y con una poderosa presencia del tango, en Con los ojos cerrados… se combinan esencias, estilos y geografías a priori distantes que fluyen con complicidad y efervescencia. Compuesto por Egozcue “pensando en cada uno” de los miembros del quinteto –que completan el pianista Moisés Sánchez, el contrabajista Miguel Rodríguez y el percusionista Martin Bruhn-, es un disco “hecho a medida”, comenta Malikian, para quien la música del compositor bonaerense es “maravillosa”, una invitación a “dejarse llevar” y disfrutar.
Incluye temas que “llegan muy directamente, tocan el alma y el corazón”, afirma el violinista, que asegura que en el espectáculo en directo se mezcla el virtuosismo con una gran energía que se transmite hacia el público y vuelve al escenario. “Nosotros nos emocionamos mucho tocando y lo mismo siente el público que sale con una sonrisa. Son casi dos horas de alegría y pasárselo bien”, advierte Malikian.
Aunque brilla especialmente el violín, “todos los instrumentos son importantes” en este trabajo de un grupo que tiene la particularidad de que cada músico “viene de un mundo y un género diferente: Moisés Sánchez viene del jazz, Martín Bruhn del rock, Egozcue vierte influencias del mundo del tango y la música iberoamericana…”, expone Malikian, cuya trayectoria está ligada a la música clásica. “Cada uno aporta lo suyo y hacemos una especie de diálogo entre todos los géneros. Nosotros nos lo pasamos muy bien tocando juntos e intentamos transmitir esa conexión al público”, afirma el violinista, que reconoce el componente de música clásica latente en un proyecto musical que, por otra parte, muestra el violín en “otra faceta menos conocida” y con la que cree que el público va a disfrutar.
El expresivo y estimulante violín de Malikian se asocia con el toque angelical de Egozcue en una música que el intérprete armenio-libanés define como “muy melódica, lírica, pero también con mucha energía, ritmo y fuerza”.
Ambos huyen de la pompa que a veces rodea a la música clásica. “Tocando soy yo mismo e intento tocar la música que me gusta, que es la clásica”, dice Malikian, que lamenta que a veces los intérpretes tengan una actitud “arrogante, estirada y lejana”, lo que crea una barrera entre el intérprete y el público, “espanta a la gente joven que no se siente muy identificada. Pero lo que es la música clásica es muy bella y cualquiera que tenga la oportunidad de escucharla, estoy seguro de que se aficionaría inmediatamente. De hecho, tenemos la suerte de que en los conciertos que hacemos mucha gente joven viene y se da cuenta de que la música clásica es también para ellos, no sólo para la gente mayor o entendida”.
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