El patrimonio no se reduce sólo a edificios nobles, sino también a los del trabajo, en los que han estado implicados el afán y esfuerzo de muchas personas y han servido de sustento y empuje a nivel económico, social y cultural, destacó el arquitecto y geólogo Diego Peris, quien presentó este martes el segundo Cuaderno de Corral de Calatrava ‘Paisaje e industria del territorio’, en el que hace un pormenorizado recorrido por el legado dejado por relevantes actividades laborales en este municipio principalmente a lo largo del siglo XX.
Cuando se habla de patrimonio se suele pensar exclusivamente en iglesias, conventos, palacios y castillos, pero es necesario ampliar la visión y, “afortunadamente, desde hace casi cincuenta años ha recuperado su sitio” en valoración el patrimonio industrial que es el “del trabajo del hombre, la huella dejada por la actividad laboral a lo largo de los años”, expuso Peris, que se congratuló de haber tenido dos guías excepcionales como el arqueólogo Antonio de Juan y el propio alcalde de Corral, Andrés Cárdenas, para realizar este trabajo.
Con la utilización de molinos harineros en el río y actividad industrial desde mediados del siglo XIX, el libro detalla las arquitecturas de industrias otrora pujantes en el pueblo como las fábricas de cerámica, en la que se elaboraban tejas y ladrillos muy apreciados, y de harina, así como la actividad de almazaras -hubo dos y una conserva toda la maquinaria- y bodegas, en las que también se pueden apreciar sus tinajas, jaraíces y estructuras.
La fábrica de hielo y la conservera son otras de las industrias corraleñas descritas en una publicación que quiere ser un reconocimiento a un patrimonio que es “la huella del trabajo del hombre”, de ahí que Peris acompañe esta perspectiva de fotografías antiguas de los “protagonistas”, los trabajadores, y diversos listados de corraleños responsables o relacionados con estas actividades.
“Contamos en el libro estas arquitecturas”, pero, sobre todo, se trata de “la vida de mucha gente que ha dedicado su esfuerzo y trabajo a hacer que aquello prosperase”, siendo motores de “la economía, industria y actividad social y cultural de la población”. Es un patrimonio “fundamental, el de la gente” que posibilitó que la vida de los pueblos siguiera activa, comentó el autor de un cuaderno con el que los corraleños se van a “sentir identificados”, ya que van a ver cómo familiares directos o de amigos trabajaban en estas actividades productivas.
El propio padre del alcalde trabajó en la harinera, donde su tío fue maestro harinero, comentó el primer edil de una localidad “muy dulce” con una actual relevante producción de pastelería y panadería artesana y tradicional.
Iniciada la colección de Cuadernos de Corral de Calatrava con la publicación que escribió Pilar Molina sobre la historia de las dos parroquias, en el horizonte de esta serie hay “dos proyectos en marcha”, uno de ellos, el que será el tercer volumen, enfocado en torno al territorio volcánico del municipio.
Junto al historiador Francisco Alía, dirige esta colección De Juan, que elogió el trabajo ímprobo y meticuloso de Peris en este segundo cuaderno, al que incorpora no sólo fotografías sino también planos de autoría propia de los edificios, aportando interesantes datos para el conocimiento de la industria y el trabajo cotidiano de buena parte del siglo XX, además de listados de trabajadores y empresarios en los “nos vamos a encontrar a nuestros padres y abuelos”.
El libro refleja, agregó Alía, la estrecha vinculación de la economía con la demografía en un municipio con 2.200 habitantes a principios del siglo XX, que alcanza en los años 50 su mayor censo, en torno a 2.500, y culmina la centuria en 1.300. En estas cifras influye la ‘edad del oro’ del vino a principios del siglo XX, la demanda de cereal por la I Guerra Mundial y el impulso a cultivos como el olivar, desarrollo agrario que, junto con la actividad de la tejera, contribuyó a la pujanza económica de Corral en la primera parte del siglo XX, lo que se tradujo en relevantes avances a nivel de progreso como las primeras canalizaciones de agua en 1915, una estación de telégrafos en el 17, el primer autobús de línea regular en el 18, la canalización aérea del alumbrado en el 19 y la llegada de la radio y teléfono en el 26, además del cine en los años 30.
Precisamente después de la Guerra Civil, con el país arrasado, Corral alcanza su mayor número de habitantes gracias a la infraestructura industrial de la que dispone, mientras que en la década de los sesenta, cuando despunta en mayor medida el crecimiento en el país, empieza a perder población en dirección a Madrid, Levante y el norte de España, influyendo la mecanización de la agricultura y una menor necesidad de mano de obra.