Diana Navarro prepara un documental sobre su carrera y un recopilatorio como muestra de su actual gira. Estos son los planes inmediatos de la artista. En España muchas veces no son los ajenos los que quitan, sino los propios quienes olvidan. Camino verde, Flamenco y Género chica, los tres antecedentes discográficos que rendían honor a la copla, el flamenco y la zarzuela, amparan con su marcaje a Resiliencia, su última puesta de largo. Sus melodías fondean en los dejes electrónicos, pero las letras se escoran, en su mayoría, hacia el imaginario popular que ha cargado esas leyendas de todos. Navarro habla despacio, modulada, las sabias ondas de grandes iconos en sus cuerdas vocales. Hay vida fuera del reggaetón, de los opacos ruidos.
PREGUNTA. ¿La tradición marca el paso de esta grabación como en las anteriores?
RESPUESTA. Por supuesto. La copla, el flamenco, la saeta, la zarzuela e incluso la ópera han influenciado mi forma de construir letras y de cantarlas. No he olvidado mis raíces, y con el paso del tiempo he ido incorporando en las canciones esa mezcla cultural que porta Resiliencia. Sus personajes son incomprendidos, anhelan sentirse escuchados, y ahí se ve el plumero de mi pasión por esos géneros, por su paradójico perfil de amor y drama. Es un disco poco convencional, que no entra en las pautas de algunas radiofórmulas, con un hermoso mensaje que se asimilará despacio.
P. Sus letras admiten la ejecución desnuda, a piano y voz.
R. Ese efecto es buscado. Creo que una composición es redonda si emociona al público cuando la canto sola o con poco acompañamiento musical. He conseguido que las de este álbum cumplan ese requisito. Aun así, al tener un repertorio amplio, primero suelo interpretar con la banda la parte reciente y después, a cappella, la antigua.
P. Esta producción acerca su universo clásico al pop.
R. Como necesitaba hacer algo diferente, di protagonismo a Bori Alarcón, que lleva años trabajando en la sombra. Él trajo al estudio a los músicos Iñaki García y Paco Salazar. Yo participé en las armonías, y luego confié la organización al equipo. En el resultado vi que habían captado el tipo de sonido que yo deseaba ofrecer.
P. ¿Hay más presión cuando el material que se canta es propio o cuando es ajeno?
R. Nunca me he sentido presionada por mis seguidores, que según el caso preferirán cosas distintas. Con las excepciones de Noches de copla y Homenaje, en todos ellos he escrito sola o con colaboradores, y he sido afortunada porque público y crítica han entendido mi propuesta.
P. Dos piezas escapan del desamor que tiñe al resto: Angelito de canela, cuya historia de un dandi me trae ecos de Vainica Doble, y la radiante Me amo y me acepto completamente.
R. El galán de Angelito de canela se siente forzado a vivir entre lo que la sociedad considera correcto y lo que su cuerpo le pide. Me halaga el recuerdo de Vainica Doble, que con sus voces de reminiscencias tradicionales fueron precursoras en el pop y la psicodelia. Me amo y me acepto completamente surgió de una terapia de técnica de desprogramación de pensamientos negativos, que hice con Daniel Chumillas. Quise compartir con el oyente la felicidad de ese momento.
P. ¿Qué significado tienen los coros litúrgicos y los pitidos finales de El perdón?
R. Los coros, que fueron idea del arreglista Carlos Vera, hacen una referencia legendaria a las puertas del cielo que se abren ante la sentencia final. Debe haber una única fuerza que puede juzgarnos y que se presenta en ese instante. Los pitidos, que ya entraban dentro de mi idea original de El perdón, reflejan la muerte metafórica de la persona que provoca el sufrimiento; con ella se van también el dolor, el sufrimiento o el maltrato. El concepto de un Dios que lo perdona todo se enfrenta al del simple mortal, que no lo hace por resultarle imposible.
P. Los niños, no mira a las víctimas ocultas de las separaciones.
R. Reivindica una toma de conciencia ante el sufrimiento que los hijos pasan con los divorcios. No llamo a la compasión de la pareja, sino de su entorno, sobre todo de los niños, que precisan una familia, unos abuelos. Esta realidad se ve en ciertos casos, aunque los peores se producen con las rupturas que buscan el daño.
P. ¿Qué lugar en el mundo le corresponde a Olivia Ovidia?
R. Olivia era una chica que se ocupaba de mi casa de Madrid. Un día me pidió que le ayudase a volver a Bolivia, y cuando compramos el billete de vuelta descubrí que se llamaba Ovidia. Modificó su nombre de pila cuando vio que lo confundían. El tema homenajea a Ovidia y a la comunidad de inmigrantes que salen de su país soñando un futuro mejor y salen adelante a pesar de las dificultades.
P. La recuperación de que hablan Yo me voy a querer y Desnuda vengo es lenta, mientras que en Revolución y Que sí, que sí, que sí existe una urgencia de salir a la calle.
R. En Yo me voy a querer, la protagonista encuentra una autoestima y una estabilidad; rechaza conformarse con cualquier cosa. Desnuda vengo aquí se desafía a sí misma en la primera vez que otra piel le hace sentirse viva, rompiendo el vínculo físico con el pasado. Las otras dos cuentan la vida de alguien que, engañado y sin amor de verdad, supera todo y sale adelante. Su vida se abre a que lleguen tiempos mejores.
P. Ni siquiera nos quedó París. ¿La monotonía mata como el daño o el maltrato?
R. El maltrato es un dominio violento y radical que un miembro de la pareja ejerce sobre el otro, pero la monotonía también mata. No llega siempre por ambos lados: igual uno de ellos llega a casa y exige estar solo, con sus lecturas y sus series, y el otro quiere salir. A veces dura una temporada; otras, alguno termina despegándose. Esta historia concreta habla de un amor verdadero que se despide con tristeza por lo que no pudo ser. Llama a regar la planta de la pareja, a que no se seque, a no rendirse ante el cansancio cotidiano. Somos seres complejos y en ocasiones el equilibrio es difícil.
P. Los seres que pueblan la obra llevan en sus sombras el reflejo de una incomunicación.
R. Por lo que decía Julio César, “divide y vencerás”. Se insiste en una forma de independencia que nos está llevando a perder la noción de vivir en grupo. Formamos manadas desde que éramos animales, no podemos estar incomunicados de la sociedad. Estamos inmersos en una vorágine de falsas necesidades, donde la oferta consumista supera a la cultural, que es decisiva. Las escuelas deberían promocionar alternativas musicales, narrativas y audiovisuales, así como el crecimiento personal. La inteligencia emocional es crucial en el desenvolvimiento en la vida y casi no se desarrolla. La empatía es tan importante como los conocimientos.
P. Transmite una dignidad que preocupa a pocos artistas. ¿Cómo le sitúa eso ante el público?
R. Llevo toda la vida luchando por esa dignidad. Intento que se perciba un respeto profundo al público que me sigue en cada función, en la labor que tiene cada disco. Nunca suspendo programación ni me voy sin atenderles. Entre los medios de comunicación no hay periódico pequeño. Esa actitud ha calado. Además, mi espectáculo es para todos los públicos y viene gente joven. Hay que ir sin prejuicios de antigüedad o folclorismo que nos impidan disfrutar cosas que podrían agradarnos.