“Es como un resorte que salta. Ves un problema y hace clic, sientes el impulso de buscar la solución”, así definen muchos inventores su necesidad de inventar y crear aparatos y tecnologías para mejorar y facilitar la vida de las personas. En esta línea lo explica el manzanareño Oscar Campos: “uno no elige ser inventor, surge porque cuando detectas un problema te sientes casi obligado a encontrar una solución”.
Campos es uno de los numerosos inventores que viven de forma desapercibida en la provincia de Ciudad Real, en un constante camino de idear y crear. El año pasado en la Oficina Española de Patentes y Marcas se solicitaron el año pasado una docena de patentes desde municipios de la provincia, y en los primeros nueve meses del año van siete.
Rania
Durante veinte años Campos ha tenido ideas y propuestas de inventos que podrían ser útiles para la sociedad y fue en 2017 cuando tuvo la gran visión. El horroroso incendio de la torre Grenfell en Londres en junio de 2017 le abrió los ojos. Cuando el fuego devoraba este edificio de viviendas sociales de 120 apartamentos distribuidos en 24 plantas y dejaba 71 fallecidos, Oscar Campos tuvo la revelación para que en otro caso similar hubiera menos víctimas.
Como explica Campos, en un incendio en un edificio tan poblado de estas características los ascensores no pueden usarse y las escaleras pueden quedar bloqueadas. Ante esta situación ideó, junto a la ingeniera ciudarrealeña Juliana Aldomar, un aparato que permite la evacuación a las personas que quedan atrapadas en los pisos superiores, porque los bomberos no tienen capacidad para llegar a ellos.
Denominado Rania, es un sistema que se engancha en una ventana formado por una especie de pluma con garras y un carrete que llega hasta el suelo y que controlan los bomberos a través de un dispositivo de envío y retorno. Campos ha presentado este prototipo ante bomberos de todo el mundo y todos ellos han aplaudido su idea y lo considerarían un avance en materia de salvamento.
Y como dice el manzanareño, se encuentra con la tranquilidad de que los usuarios del invento, los bomberos, lo alaban, pero lo complicado viene ahora, que este proyecto pueda ser una realidad y se incluya en los edificios.
Más difícil que inventar es patentar
Para Campos el inventar algo no es lo más complicado, sino protegerlo. “Conseguir la patente es un trabajo duro, repleto de papeleo”. Primero hay que asegurarse de que no existe nada igual en todo el mundo, luego tiene que ser original y susceptible de ser comercializable. Este último punto es muy importante, porque patentar cuesta dinero y si el invento no facilita el retorno de la inversión, no merece la pena. “Es muy difícil y costoso patentar”, incide Campos.
La provincia de Ciudad Real tiene historia en mayúsculas en el campo de la invención. Mónico Sánchez (1880-1961) dejó su Piedrabuena natal y se plantó Nueva York en 1904 con apenas sesenta dólares. Cinco años después formó la revolución con su aparato portátil de rayos X y corrientes de alta frecuencia. Fue su primera gran creación y la base que le permitió regresar en 1912 a su pueblo como millonario y construir el Laboratorio Eléctrico Sánchez.
Inventor empresarial
En la cuna de Mónico Sánchez, Piedrabuena, ahora ejerce de forma profesional Mariano Becerro. Inventor de segunda generación que se decantó por la industria agroalimentaria y desde MBInnovatech ofrece soluciones para mejorar los procesos productivos. En los últimos años ha creado máquinas para mejorar la fabricación del queso de rulo de cabra, “porque los franceses tenían un sistema muy obsoleto y hemos optimizado el proceso” y ahora desarrolla una máquina para el queso manchego para, a petición de un cliente, mejorar un proceso de elaboración.
Al respecto Becerro es claro, “cuando contacta conmigo una empresa le propongo dar una vuelta al proceso, hacer algo innovador que lo mejore, si quiere hacer lo de siempre le recomiendo que compre la maquinaria a otros”.
En este sentido indica que su equipo y él crean muchas máquinas exclusivas, como una automatización de la cuajada láctica, que cuenta con patente europea, y de la que sólo ha fabricado una. Al respecto subraya que las patentes son muy caras, en torno a 2.000 euros anuales, “y tienes que estar seguro de que puedes recuperar el dinero con esa exclusividad de la patente”. Y es que, como dice Becerro, “si patentara todas mis creaciones a lo mejor tendría que pagar 15.000 euros, pero no te compensa”.
Sin apoyo
El inventor piedrabuenero lamenta que la gente creativa en La Mancha esté algo abandonada. “Cuando me aprobaron la patente me llamaron del Club de Inventores, en Cataluña, me hicieron una entrevista allí, me pagaron el viaje,… en cambio creo que en mi pueblo no se enteró nadie, aquí prima más la empresa que contrata a cincuenta personas en temporada en precario, que empresas como la mía que requieren de personas cualificadas”.
Para Becerra una muestra del abandono es que no dispone de ayuda para poder comercializar sus máquinas en el exterior. “La Cámara de Comercio ayuda al productor de queso, pero no a empresas pequeñas como la mía, que no tiene capacidad para tener un comercial de mercado exterior”.
Del mismo modo lamenta que las empresas tienen que pagar parte del I+D+i . “Muchas te contactan para que les automatices un proceso, y te piden que asumas toda la responsabilidad con un precio cerrado, y eso es un problema”, explica Becerra, que también lamenta que las administraciones no apoyen la innovación que crea la empresa privada.
Para Becerra inventar es una forma de vida. Le dicen problemas y busca soluciones. “No son inspiraciones”, aclara, que como ciclista explica que ha desarrollado un proyecto de cambio de piñones diferente, entre otras creaciones.
Buscando soluciones y mejoras
En esta misma línea trabajan desde Villanueva de los Infantes los hermanos Santillana Alfonsea. Hijos de un apasionado inventor que ha fallecido este año, continúan con el legado de su padre, y trabajan para mejorar la maquinaria con la que se trabaja en el campo, especialmente en el área de la recogida de aceituna. Un sistema de ensamblaje para facilitar la creación de sus páginas y unos premiados sistemas para la vibración del olivo son sus últimas creaciones. Como indican, ven un problema o una opción de mejorar, y sobre ella trabajan.
En Viso del Marqués ocurrió lo mismo. Manuel Ruiz, Julio Lozano y Daniel Baeza vieron un problema, aunaron habilidades y propusieron una solución. Observaron la problemática de especies animales invasoras, cotorras argentinas, o que accedían a lugares en los que podrían causar daños a la población, como jabalís en zonas urbanas.
Entonces idearon una jaula que pudiera atrapar sin daño al animal deseado. A grandes rasgos, Daniel, responsable de una empresa de captura de animales, propuso el concepto; Julio, como carpitero, diseñó la estructura, y Daniel aportó sus conocimiento sobre electricidad y autómatas. Así crearon su jaula trampa con sistema de reconocimiento. Un proyecto al que han dedicado mucho esfuerzo y dinero y que se encuentra ahora en un momento de vacío, sin apoyo de empresas o de la administración para su desarrollo.
Pero lo que es peor, como explica Julio Lozano, les han copiado el prototipo y están estudiando emprender acciones judiciales.
Y es que, como explican todos los creadores, inventar puede ser más o menos fácil, pero lo complicado y arduo es lograr la patente, que se respete la misma, y poder comercializar con éxito la creación.
Referente nacional
No puede quedarse fuera de esta historia el inventor más prolífico del país. Aunque nacido en Chiclana de la Frontera, vive desde hace años en Daimiel. Antonio Ibáñez de Alba cuenta con más de 200 patentes, trabajó para la Nasa y ha recibido decenas de premios por sus inventos. Ha creado árboles apagafuegos, un modelo de autopistas submarinas, zapatillas inteligentes, palmeras artificiales para prevenir el cambio climático, y ahora está centrado en reducir los ahogamientos en piscinas con distintas creaciones, como agua en la que se flota, parches que detectan que el usuario está demasiado tiempo debajo del agua.
Dicen que hablar de Ibáñez de Alba es hablar del Da Vinci del siglo XXI. Son personas como él las que marcan el ser del inventor, el empujón inicial para que el mundo pueda seguir avanzando.