El cambio de hora le ha sentado bien al país. Esta mañana un grupo de currantes con su mono blanco cruzaba la calle y dos chicos en bicicleta atravesaban el Parque de Gasset.
Y es que la noche ha sido buena en noticias y acontecimientos. Ayer se celebraron elecciones en Andalucía y en Asturias. En esta última comunidad por la prepotencia de un personaje que ha montado un partido político en la comunidad y que como las cosas no iban como él creía debían ir, repite las elecciones sin apenas llevar un año de gobierno. Y las urnas vuelven a repetir resultados con pérdidas de votos para el convocante. Ahora los odios y enfrentamientos entre las derechas se acabarán para poder gobernar. La derecha siempre ha tenido más intereses que ideales y lo importante es poder gobernar y conseguir lo que ambos quieren, que es el poder en esa Comunidad. EL PSOE ha ganado las elecciones en Asturias.
En Andalucía el tema tiene múltiples lecturas y consecuencias. Las encuestas, las editoriales de los medios conservadores o de derechas (que en la actualidad son casi todos) celebraban ya por adelantado la mayoría absoluta del Partido Popular. El Partido Socialista se hundía por sus errores de gobierno y por los casos de corrupción que habían aflorado en los últimos meses. Izquierda Unida no existía en estos análisis.
Pero la realidad ha sido muy diferente. El Partido Popular se ha quedado lejos de la mayoría absoluta. Ha ganado las elecciones con 50 escaños pero no podrá gobernar en la comunidad. Suponemos que el cuarto fracaso de Javier Arenas le hará pensar en la posibilidad de retirarse de esta aventura. El cambio también debe llegar a su persona. Y sobre todo entender que actitudes personales como las que exhibe no gozan del apoyo de los ciudadanos. El anuncio de los resultados en el balcón con Montoro y Fátima Bañez era todo un poema. Igual que lo era la imagen de Dolores de Cospedal de negro, como si presagiase el resultado, y la cara desencajada anunciando la victoria histórica de su partido. Las políticas radicales conservadoras de los cien días del gobierno Rajoy han tenido también sus consecuencias.
El Partido Socialista ha perdido muchos votos, pero también muchos menos de los que auguraban las encuestas y los profetas populares. El Partido Socialista ha protagonizado un cambio espectacular en Andalucía en sus treinta años de gobierno. Pero también habrá que aprender de los errores en la gestión de la comunidad autónoma en estos últimos años. Y hay que aprender a cortar de raíz cualquier indicio de corrupción. El Partido Socialista se ha personado como acusación contra aquellos que lo han cometido y eso es bueno, para indicar que no se está en absoluto de acuerdo con ello. Pero habrá que revisar los procedimientos administrativos que permiten que alguien pueda encontrar resquicios tan amplios para las actuaciones ilegales. La confianza que, a pesar de la pérdida de votos, le da el pueblo andaluz es una exigencia de rigor, de renovación de personas e ideas y de nueva orientación de muchas de sus políticas.
Izquierda Unida ha conseguido unos excelentes resultados que sumados a los del Partido Socialista indican que en Andalucía sigue habiendo una mayoría que cree en las políticas de izquierda. La unión PSOE, IU puede ser una buena fórmula de trabajo para el futuro. La crítica de Izquierda Unida puede y debe ser un camino para la revisión de políticas sociales y de desarrollo futuro de la Comunidad Autónoma. En Andalucía frente a los presagios tristes de la España azul, de un gobierno presidido por Arenas, surge ahora la esperanza de un gobierno que demuestre que es posible superar esta crisis con otros planteamientos, con una visión diferente de la sociedad. El cambio de hora le ha sentado bien a este país.