No existen niños malos o enfermos, solamente malas relaciones entre padres e hijos, siendo una afirmación que sostienen muchos especialistas en la materia que nos ocupa esta semana. Muchas veces, modificar un comportamiento conflictivo pasa necesariamente por un cambio en el planteamiento de una nueva estrategia diseñada por los padres. Este tipo de problemas hay que saber plantearlos de manera adecuada y depende, claramente de la naturaleza de dicho problema. Además debemos tener claro que la edad del niño influye también en la estrategia a seguir a partir del momento que tomamos conciencia de la situación. Cuando tenemos un adolescente que no acata las normas sociales mínimas no es el mismo caso que el de un niño que tiene rabietas cuando no consigue lo que quiere. En parte podría ser lo mismo, a diferente edad evolutiva, pero la diferencia es el matiz y la naturaleza del problema, o qué cosa lo ha producido. Como pueden ver ustedes, es bastante complejo por la cantidad de causas que pueden estar influyendo.
En consulta atendemos a padres tremendamente angustiados por la realidad que viven en el ámbito doméstico y la desesperación a la que llegan a acostumbrarse siempre tirando la toalla si fuera necesario, accediendo siempre a las pretensiones de ellos, sus hijos que tanto quieren. Otro perfil analizado es el de algunos padres que no quieren ver lo que tienen delante de ellos, negando la realidad y aceptando las normas que esos hijos les imponen manipulándolos totalmente.
En este sentido, el tema de las drogodependencias, está a la orden del día, pero la inoperancia y falta de decisión a la hora de enfrentarse a ello conlleva problemas añadidos bastante desagradables. Pero la actitud de nuestra parte ha de cambiar y adaptarnos a la naturaleza de esos problemas que están cerca de nuestros hijos. Mirar hacia otro lado no nos ayudará a solucionarlos, y estaremos haciendo un flaco favor a su adecuada educación en valores que tanto necesitamos. Las conductas de refuerzo positivo son siempre las que tenemos que premiar y nunca focalizar nuestra atención en situaciones que repetimos continuamente.
La táctica es saberlos sorprender con alternativas mucho más saludables y menos negativas. Cuando más insistimos en la corrección del problema más posibilidad de agravarlo existe. Porque simplemente, lo mantenemos sin darnos cuenta. Fomentar el diálogo y la buena comunicación entre todos mejora la disposición para afrontar los problemas cotidianos.