Rugby y tradición han sido, desde la creación del deporte del oval hace más de un siglo, dos términos casi que inseparables, que remitían inevitablemente el uno al otro y funcionaban como una simbiosis. Sin embargo, los últimos años han mostrado una nueva cara del rugby, mucho más moderna y evolucionada y que, pese a todo, ha sabido conjugarse perfectamente con las exigencias de los sectores más tradicionalistas del deporte.
Cómo lo ha hecho es una pregunta que se hacen muchos, sobre todo desde cercanos campos como el del fútbol, con una historia y una personalidad también muy ligada a la tradición pero que no ha sabido adaptar igualmente las evolucionas tecnológicas al ámbito del deporte. El rugby parece haber dado en el punto correcto en el que la evolución ha llegado para crear un deporte más justo, en cuanto a que ayuda a los colegiados a tomar las decisiones más correctas posibles, pero sin desvirtuar el papel humano del deporte, es decir, evitando crear una especie de sistema robotizado que convierta al rugby en un espectáculo “demasiado” moderno.
En el último Mundial de Rugby de 2015, que se celebró principalmente en Inglaterra y que se saldó con la victoria de la selección de Nueva Zelanda en la final frente a Australia, dichas evoluciones tecnológicas implantadas en el rugby cumplieron un papel, transmitiendo una imagen moderna y actualizada del deporte que quizás cuenta con una cultura propia más arraigada en las raíces. El último Campeonato del Mundo mostró esas nuevas dos caras, ejemplificándose una de ellas en el Ojo de Halcón que ayudó a corregir y confirmar decisiones arbitrales, y la otra en imágenes como la de los jugadores de Gales y Uruguay compartiendo un tercer tiempo tras la aplastante victoria de los británicos.
Dichas imágenes, en un torneo de la importancia del pasado Mundial, que solo fue superado por el propio Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos como los eventos deportivos con más seguimiento a nivel mundial, han puesto al rugby como un ejemplo para el mundo a nivel de organización, imagen y, también, de respeto a las tradiciones. El torneo celebrado en Inglaterra mostró al mundo como es posible juntar dos vertientes de un deporte y, además, hacerlo con estilo y sin que se pierda un ápice del atractivo que el deporte en sí guarda para sus aficionados.
El tiempo dirá el ejemplo que este exitoso evento dejará en el resto de disciplinas deportivas, especialmente en el fútbol, un deporte que sigue sufriendo a la hora de modernizarse. Muchas han sido las polémicas que ha arrastrado este deporte y pocas han sido las respuestas efectivas que las diversas organizaciones encargadas de regir el mundo del balompié han encontrado para solucionarlas. Veremos si esta última dosis de caballerosismo y modernización de su primo hermano el rugby le sirve al fútbol para despertarse de una vez de su largo anquilosamiento en el inmovilismo.