Y dirán, con sobrada lógica, los lectores: “…bastante tenemos, Eduardo, con atender a los cuartos, a las campanadas, a la bola que baja…” dependiendo, claro está, del reloj que elijamos esta última noche del año para tomar las doce uvas, “Las uvas de la suerte”. Es verdad, suficiente tarea tendremos con controlar esas cuestiones, pero algún título había que ponerle a estas líneas con las que únicamente pretendo desear a todos un Feliz y Próspero 2018.
En los anales de la historia quedará para siempre este 2017 que está a punto de terminar porque, como asevera la típica y tópica frase, se lo llevará San Silvestre. Y justo en ese momento -a las cero horas de 2018- se nos presentarán, cual las páginas de un libro en blanco, 365 días que vivir y rellenar.
Ciertamente ha sido 2017 un año en el que no ha cesado el terrorismo doméstico; un año en el que no hemos acabado de salir de la crisis; un año que ha estado “a nada” -como solemos decir en nuestra tierra- de ocasionar fuertes problemas de convivencia a nivel del País; un año, en definitiva, para olvidar.
Pido, desde aquí, al Niño-Dios casi recién nacido en Belén, ¡ojalá que en el particular Belén del corazón de cada uno de nosotros!, que 2018, -cuando llegue el próximo treinta y uno de diciembre-, podamos recordarlo como un año en el que, para todos, haya reinado la concordia, la unidad, la recuperación económica, la igualdad social,… la paz y la prosperidad que ahora, repito, deseo para todos los pueblos desde la más profunda sinceridad.