Fátima Mondéjar, psicóloga y directora de la Casa de Acogida de Ciudad Real lo tiene claro y es tajante: El único factor de riesgo para ser una víctima de violencia de género es ser mujer. Da igual al estrato social al que pertenezcas, tu nacionalidad o tu edad porque eso es algo accesorio ya que el único motivo por el que son agredidas por sus parejas o ex parejas es por el hecho de ser mujeres.
Mondéjar lleva varios años trabajando con víctimas de violencia de género, si bien pasó a ser la responsable de este centro hace unos meses. Explica que la Casa de Acogida de Ciudad Real lleva funcionando ya tres décadas y en la actualidad lo hace a través de un convenio entre la Diputación Provincial de Ciudad Real y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Tiene capacidad para cuatro mujeres con sus hijos -hasta 14 o 15 menores- “y casi siempre estamos al completo, es raro que pase más de una semana con plazas vacías”.
En la provincia existen tres casas de acogida de larga estancia y un centro de atención de urgencias que es el primer recurso al que accede la mujer y en el que pasa un par de semanas hasta que se valora la situación y, en función de esa valoración, ya se decide si va a una casa de acogida y dónde.
Por lo que se refiere al tiempo medio de estancia en la casa, la directora explica que suele ser de unos 8 meses si bien depende mucho de la situación personal de cada víctima “porque, por ejemplo, si llega una mujer embarazada, no la vamos a dejar que se vaya nada más dar a luz o sin tarjeta de la Seguridad Social o una Renta Activa de Inserción Laboral”.
Al frente de este recurso imprescindible, especialmente para aquellas mujeres que no cuentan con una red familiar detrás, está Fátima Mondéjar como psicóloga y coordinadora acompañada por un equipo de seis educadoras que se reparten en turnos de día y de noche para que siempre haya alguien disponible para atender lo que las víctimas necesiten -a veces sólo hablar- a cualquier hora del día. Asimismo, se cubren todos los gastos que la familia necesite, desde alimentación hasta material escolar, pasando por gastos médicos “y una pequeña ayuda semanal en el caso de las mujeres que no tienen ningún ingreso”.
Sin embargo, las dificultades económicas, aunque importantes, no es el principal problema con el que llegan estas mujeres a la Casa de Acogida. “Llegan muy dañadas, en una situación límite. Pero es cierto que es un trabajo muy bonito porque, aunque sufres mucho, ves cómo las mujeres y los menores, con muy poquito, evolucionan muy rápidamente”.
La mayoría de las mujeres cuando llegan ni siquiera se atreven a salir a la calle, a veces incluso sufriendo ataques de ansiedad cuando se lo propones, porque “las víctimas que llegan lo hacen en una situación muy límite, normalmente porque el peligro es extremo y porque no tienen recursos ni económicos ni familiares, ya que el maltratador se ocupa de aislarlas para que tampoco tengan amistades.”
Por ello, una de las prioridades en el trabajo con las víctimas es ayudarlas a ir tejiendo una red social, para lo que las profesionales se apoyan mucho en los cursos de otros recursos como Cruz Roja, CEPAIM, Opañel…
“Son un poco la ventanita al mundo desde la que salen y se desarrollan en otros ámbitos, no sólo el de la formación sino también el de conocer la ciudad y a otras personas, al margen de que nos preocupamos por ‘resucitar’ esas relaciones que él se ha preocupado por romper como, por ejemplo con las familias”.
Empezar de cero en la casa
La directora de la Casa de Acogida reconoce que el momento en el que las víctimas llegan a este recurso, “en el que siempre intento estar presente porque sé lo duro que es” es muy complicado porque, aunque por un lado sienten el alivio de sentirse más seguras lejos de su agresor, también es el tiempo del plantearse el “¿y ahora qué? Llegan con la vida en una maleta a una ciudad nueva, donde tienen que compartir casa con gente que no conocen mientras sus hijos deben ir a un colegio nuevo y, a veces, incluso con dificultades con el castellano”.
Aunque es triste que sea la víctima la que tenga que verse obligada a empezar de cero en lugar del agresor, Fátima destaca que estas mujeres generalmente llegan de otra ciudad y se ven muy desamparadas, por lo que en los primeros días a lo que se las anima es a dar paseos y que empiecen a sentir la casa como suya, porque lo es, tras lo que se les van poniendo tareas graduales para que vayan tomando las riendas de su vida “y ves como se alegran”.
Respaldo de la sociedad
La experiencia acumulada de Fátima Mondéjar la lleva a hacer un llamamiento porque muchas veces las campañas van dirigidas a la víctima, dejando a un lado al responsable principal, el agresor, así como al resto de la sociedad que debe implicarse al 100% para erradicar este tipo de violencia que ya se ha cobrado la vida de cerca de mil mujeres en sólo una década.
“A veces la propia sociedad culpabiliza a la víctima al cuestionarlas, por ejemplo, cómo han aguantado tanto. Pero tiene que quedar claro quienes son los culpables: el principal el agresor, pero también una sociedad en la que se permite la pervivencia del machismo desde en las canciones, los refranes, la publicidad, los cuentos… Por eso con las víctimas abordamos ese hilo que une el machismo con los golpes que a veces no se ve, o que lo tenemos tan interiorizado, que parece que la violencia de género siempre le ocurre a otras personas pero no en mi ámbito” recuerda la psicóloga.
Insensibilización
Por otra parte, Mondéjar reconoce que en los últimos años se ha apreciado una cierta insensibilición de la sociedad ante los asesinatos machistas “motivado muchas veces porque en los medios de comunicación, salvo que haya detalles muy escabrosos, ni salen. Los medios tienen mucha responsabilidad en eso porque aún seguimos leyendo los titulares de ‘una mujer muere’ olvidando que no son muertes naturales sino que las están matando”.
Por eso aboga porque se transmitan mensajes positivos como el recogido en este suplemento informativo de LANZA en el que se habla de cómo, aunque no sea fácil, se puede romper el círculo de la violencia.
“Recuerdo una víctima que tuvimos que nos explicaba que, cada vez que aparecía una noticia de una mujer asesinada, él le decía ‘así vas a acabar tú’.
A ellas cada víctima mortal les duele y es importante también que tengan referentes de que se puede salir y volver a ser felices, que aunque no sea fácil y haya que trabajar mucho -siempre teniendo en cuenta que la historia de cada mujer es única-, se puede salir.
En este sentido, la directora de la casa de acogida reconoce que el problema es también que hay muchos recursos que las mujeres no conocen y que, aunque no les solucionen la vida, son pasos importantes. Así, explica, cuando salen de la casa de acogida tienen derecho a acceder a un piso tutelado durante un mes gratis; también hay una pequeña ayuda económica a la salida de la casa para que puedan empezar; y tienen la Renta Activa de Inserción durante tres años que son 426 euros, “no es mucho pero es un apoyo que, junto con otra cosa incluidos los planes de empleo, les permite salir adelante”.
Y a todo esto hay que sumar la recuperación psicológica, porque es fundamental reconstruir todo lo que el agresor se ha encargado de destruir, para lo que cuentan con asistencia psicológica no sólo en la casa de acogida sino también posterior a través del Centro de la Mujer.
“Hay muchos recursos que se ponen en marcha cuando la mujer decide denunciar aunque, en Castilla-La Mancha ni siquiera es necesario presentar esa denuncia: Llamando al 900 100 114, que es un teléfono gratuito que no deja rastro en la factura telefónica, encontrarán un equipo psicológico que dan asistencia las 24 horas del día. Ellos las orientarán e, incluso, les facilitarán su ingreso en una casa de acogida sin la necesidad de denuncia porque hay mujeres que siguen temiendo las represalias si lo hacen”.
(Entrevista incluida en el suplemento especial sobre violencia de género del semanario de Lanza)
