Los paisajes son esas realidades complejas integradas por elementos tan dispares como las montañas, los ríos, las llanuras, los edificios, las construcciones, las obras de ingeniería, la vegetación, la fauna e incluso las personas que los habitan. La relación que se establece entre todos ellos, sus escalas, las proporciones, las influencias entre los diferentes elementos hacen que las posibilidades de configurar un paisaje en un determinado territorio sean plurales y abiertas.
Y esos paisajes tienen significados particulares para cada uno de nosotros. Porque nuestra memoria está asociada a lugares, a espacios determinados, además de a lecturas y vivencias. Los paisajes, aunque tengan elementos comunes, poseen una fuerza individual por cómo se relacionan con nuestra experiencia, con nuestra actividad cotidiana. Y por ello, cuando el dibujante, el pintor, realiza un dibujo o un cuadro de un determinado paisaje se hace palpable su relación con ese lugar, su vinculación personal con el mismo.
La catedral
Ventura lleva años pintando el paisaje cercano de nuestra ciudad, porque es el paisaje vital de sus experiencias cotidianas. Y sus pinturas son capaces de trasmitir esa sensación de pertenencia, de aprecio por aquello que dibuja. La catedral de Ciudad Real es un referente construido esencial en el paisaje de los que vivimos en esta ciudad. He estudiado en estas últimas semanas la restauración de la catedral que el arquitecto Rebollar realizó a principios del siglo XX. La torre proyectada por Tronconiz en la primera mitad del siglo XIX con indicaciones de la Academia tenía el chapitel prácticamente destruido y el conjunto catedralicio necesitaba importantes reparaciones. Y para ello se emprende una obra importante que mantendrá cerrado el edificio durante años. Y uno de los cambios esenciales es el de la chapitel de la torre. Inicialmente se quería construir en pizarra cambiando la forma piramidal que tenía y dándole una forma curvada de cuatro lados también recubiertos de pizarra.
Durante las obras se decide construir un chapitel octogonal y recubrirlo de cerámica de colores. Ello provocará una reacción importante de don Inocente Hervás que entre otras cosas decía: “Buscó en la Policromía un efectismo populachero y vulgar, algo que le compensase de las muchas deficiencias; pero fue en eso también muy desgraciado. Aquella cerámica polícroma, colocada sobre una base movible y falsa, está amenazada de próxima ruina, y al desaparecer sus colores con rapidez, como no dispuesta a luchar con la intemperie, demuestra que fue de pega. En esta obra todo es ligero y fugaz, como hijo del capricho y de la voluntariedad”. Sin embargo, el chapitel coloreado ha permanecido a lo largo de los años con restauraciones consecutivas a lo largo de las décadas.
Los cuadros de Ventura recogen la imagen de la catedral con la torre polícroma que se convierte en punto de referencia de la imagen de la ciudad. Una imagen que tiene la visión de volumen que cierra el espacio abierto del Prado y que, en otras ocasiones, cierra la perspectiva de la calle que al final de los volúmenes de sus casas sitúa la torre como visión final. Un paisaje urbano reconocible para todos los que vivimos en esta ciudad y que seguramente se asocia a diferentes experiencias vitales que parecen reconocerse en los dibujos de Ventura Caballero. Un paisaje urbano con edificios modernos en su laterales, los coches llenando el conjunto y al final la catedral con su torre y su cúpula.
Exposición en Elisa Cendrero. La temperatura del paisaje
En la exposición actual se presentan 41 obras, la mayoría acrílicos y de tamaño medio, y, según el propio autor, es un recorrido por el universo creativo más esencial que atraviesa su carrera, a través de panorámicas y rincones tanto urbanos como rurales. Paisajes en los que se hacen presentes la luz y la sombra, y el calor y el frío, para expresar como dice Ventura la temperatura del paisaje. Con las imágenes de campo quiere acercarnos a esos paisajes sobrios, pero también llenos de atractivo de la Mancha. Recorridos de los paisajes de viñedos con los colores singulares de las cepas en el momento de la recolección y los trabajadores inclinados para la recogida de la uva.
Las personas son el referente de la escala, la presencia de la vida humana en el paisaje que tiene también sus contrastes con las edificaciones rurales, pequeños edificios encalados destacados en este conjunto.
Y de forma especial y singular un paisaje de colores en los viñedos de invierno con la nevada sobre el campo de Daimiel, el suelo blanco y el fondo del cielo oscuro estableciendo el diálogo y el contraste en esa viña en espaldera sin podar todavía. Las referencias profesionales de Ventura, con su conocimiento del campo se hacen presentes en estas obras en las que siempre el color y la luz establecen el diálogo total del cuadro.
Paisaje intervenido
Y se acerca a las perspectivas que ofrecen las líneas sobre el terreno, los caminos que se acaban perdiendo en el horizonte, los recorridos que llevan a esas casas de geometría sencilla, de una planta con cubierta a dos aguas. Una perspectiva de media mañana entre Argamasilla y Cinco Casas de espacios horizontales con recorridos hacia el horizonte casi plano del cielo de fondo.
Son los campos de suelos secos y áridos con la vegetación amarilla del sol que ha quemado la escasa presencia de las plantas sobre el mismo. Pero son las luces y la imagen del paisaje próximo de muchas de las superficies de la Mancha. Paisajes rurales con la agricultura sencilla, los recorridos rurales y las edificaciones asociadas al trabajo de otros tiempos.
El agua y la vegetación
Y para contrarrestar este efecto de aridez se acerca al agua en Peralbillo viendo los reflejos de la luz en una mañana de Otoño. Ahora el sol más horizontal provoca reflejos singulares en el agua surcada por los patos que recorren su espacio introduciendo una referencia puntual de escala y de animación. Es la vida más poética dice Ventura la que está presente en estas imágenes.
Y en ese recorrido por entornos más amables se acerca al Parque de Gasset y el entorno ajardinado donde se sitúa la escultura de la Primavera realizada por Jerónimo López Salazar modelo de dibujo para estudiantes y pintores. Y es el espacio verde de árboles de porte conviviendo con los arbustos y las rosaledas los que acaban creando un ambiente que reconocemos por visitado en diferentes ocasiones, por próximo y que nos pertenece. Los formatos grandes dan una imagen especialmente atractiva a sus obras en las que el color parece envolvernos.
Son imágenes de una realidad cercana, realizados con un dominio de la técnica, de la luz, del color y la perspectiva que se afianza con el paso de los años. Paisajes amables de vivencias personales que se hacen comunes en la obra que nos presenta. Vivencias que el artista puede y debe compartir en las exposiciones que realiza para hacernos partícipes de su experiencia de trabajo. Los paisajes de Ventura tienen la calidad de hacer reconocible nuestro entorno cercano, nuestras realidades vitales plasmadas en la luz, el color, los tiempos y las horas de cada uno de sus cuadros que nos presenta en sus recorridos personales que son también los de muchas de las personas que visitamos su excelente exposición durante este mes en el Elisa Cendrero.
