Poeta, novelista, ensayista y primera mujer en recibir el Premio Julio Camba de Periodismo, Ángela Vallvey estará el martes 31 de mayo en Puertollano para recibir la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha, un reconocimiento que para la escritora de San Lorenzo de Calatrava es “un honor. No sé si es bien merecido pero desde luego sí muy bien recibido. Me siento muy orgullosa y nunca creí que iba a ser merecedora de una consideración así”.
“No sé si tengo méritos suficientes. Imagino que es también un reconocimiento a las letras, la cultura, la literatura, el pensamiento que tiene su origen en nuestra región y supongo que eso ha influido” en esta distinción que fue toda una sorpresa cuando se la comunicaron. “Creí que era una broma. De hecho me lo dijeron un poco antes de hacerlo público y no se lo dije a nadie, ni a mi madre, porque pensé lo mismo se arrepienten o es una tomadura de pelo. No se lo dije a nadie porque me sentí abrumada”.
La recepción de esta distinción coincide con la celebración del cuarenta aniversario del Estatuto de Autonomía, cuatro décadas en las que “han cambiado muchas cosas” en esta tierra pero “es que el mundo ha cambiado muchísimo. No somos tan diferentes”. Castilla-La Mancha “se ha modernizado en el sentido de infraestructuras, servicios y comunicaciones” ya que “no hace tanto, porque cuarenta años no son muchos en términos históricos, era una región más desestructurada desde el punto de vista de la comunicación y ahora mismo es una vía principal que articula el resto de la Península, sobre todo el sur, y en ese sentido ha sido una gran transformación que se ha traducido en cambios de vida, pero también por el camino hemos perdido cosas como formas de vida y población en los núcleos más pequeños como mi pueblo y eso también es una lástima, una pena. Yo hago todo lo que puedo por estimular en la gente el amor por los pueblos porque creo que son parte de lo que somos y podemos ser. Es un patrimonio que tenemos que conservar como sea, hacer un esfuerzo para no vaciar España y en concreto nuestra tierra”.
No tiene la fórmula, aunque le gustaría y también compartirla, para frenar la despoblación y “convertir en una fuente de riqueza y prosperidad” sitios que le parecen que “son particularmente valiosos”. No obstante, cree que hay medidas y estímulos que se pueden activar como “una industria ecológica que puede servir para conservar el entorno además de para convertirlo en una fuente de riqueza no depredadora ni esquilmadora. También hay que volver al campo. Ahora va a haber un cambio en las comunicaciones mundiales, probablemente el turismo exterior sea cada vez más difícil y podemos aprovechar para utilizar los pueblos como lo que han sido siempre, un lugar al que volver, donde pasar las vacaciones, sin esquilmarlos, ni destruirlos, sino conservándolos, cuidando de las casas familiares, el patrimonio inmobiliario y cultural”.
Sobre personas relevantes en estas cuatro décadas en la región, asegura que “han habido muchas. Decir nombres me parece un poco injusto porque mencionaría a unos y dejaría a otros, pero ha habido gente políticamente muy influyente, personas desde la cultura que han sido universales… Creo que ha sido un trabajo colectivo en muchos sentidos porque al final, por mucho que sea Castilla-La Nueva, los castellanos siempre somos viejos y tenemos una gran conciencia colectiva del patrimonio común y eso se traduce en formas de hacer cultura y socialmente, lo cual se ve, por ejemplo, cuando hay algún problema internacional: cómo la solidaridad nace en nuestra tierra de una forma espontánea. Hay gente muy generosa y solidaria. Y creo que, a pesar de que por distintos motivos todavía tenemos una renta per cápita que en comparación con otros vecinos deja mucho que desear, la riqueza económica es secundaria comparada con otro tipo de riquezas sociales y culturales que tenemos y son evidentes”.
A San Lorenzo de Calatrava va menos de lo que le gustaría y confiesa “seguir con la idea” de comprarse una casa “cuando tenga dinero en la provincia. A lo mejor si no es en mi pueblo, al lado o en Almagro o Valdepeñas que me gustan mucho, pensando también en las comunicaciones, en la proximidad para coger un Ave que también influye. Ahora vivo entre Madrid y un pueblo de Guadalajara, y mi sueño es tener una casa propia en mi tierra”.
En su último ensayo, aboga por un ‘Ateísmo ideológico’ que libere a los “esclavos del poder”. Se trata de “un proyecto de teoría política y ésta es una primera parte y escribiré una segunda”, expone en relación con una obra de 2021 que, admite, se acogió “con escepticismo porque predicar ateísmo en un mundo de creyentes, siguiendo la tesis de mi ensayo, no es fácil ya que la gente no quiere verse reflejada en la manera en la que pinto el panorama. En un momento muy polarizado en España y en el resto del mundo, es muy complicado, no se acepta de buen grado, pero yo he escrito una tesis que espero que perdure y, aunque puede que sea poco humilde, espero que en el futuro sea una idea más importante que yo”.
La atadura a las ideologías genera “atraso. En un mundo como en el que vivimos en Occidente tenemos que buscar nuevas fórmulas y no acabar de dinamitar la democracia como está ocurriendo por la esclavitud ideológica que es simple propaganda la mayoría de las veces y además parte interesada porque obtienen provecho de ellas”.
“En este libro lo que hago es un diagnóstico del problema y aportaré mi visión de posibles soluciones en otro libro. En éste solamente hago el diagnóstico y explico por qué podemos caer en una tiranía y situaciones de discriminación”.
De su puño y letra, por otra parte, han salido reflexiones que han dado mucho que hablar como la superioridad moral de la izquierda. “Salió de un artículo que publiqué y ese mismo día ya me lo citaron. Son esas ideas sencillas pero muy poderosas porque de la superioridad moral siempre hemos oído hablar pero asociada a la izquierda no. Pero era evidente, está ahí y tiene una serie de argumentos que lo justifican. Yo lo que hice fue decir que la izquierda ha acaparado los mejores fines, valores y banderas y eso le otorga superioridad, y además es una herencia de la doctrina social de la Iglesia católica. Es una herencia que retomó la izquierda y le ha otorgado una superioridad moral porque sus fines eran mucho mejores que los que planteaba la derecha”.
En este sentido, aprecia que “ha sido un fallo” de la derecha que “nunca ha manejado ni los objetivos ni la propaganda tan eficazmente como lo ha hecho la izquierda. Aunque mucha gente comulgaría con una idea conservadora y ordenada de la vida, los fines que esgrime son más interesados y por lo tanto menos sublimes moralmente, menos envidiables. Lo ha hecho mal en ese sentido. No ha sabido explotar su carta… Ayuso, por ejemplo, en Madrid triunfa porque sí ha cogido una bandera que es de la derecha de toda la vida pero la utiliza como propaganda que es la libertad que es un valor supremo, superior. Hay que saber jugar esa carta propagandística y ella lo hace bien. Pero eso la derecha no suele hacerlo”.
Respecto al duro envite de la pandemia, “tenemos una sociedad más deprimida, mentalmente más frágil” y ha supuesto “un coste económico espantoso y de salud devastador”, estima la autora sanlorenceña, más proclive a modelos de enfrentarse a esta problemática como el de Suecia y crítica con emular el de China.
Feminista “desde que era pequeña”, lleva “mucho tiempo hablando y escribiendo sobre feminismo y ahora parece que te puede quitar el carné de feminista quien nunca lo ha sido. Ahora hay feminismos y mucha controversia entre ellos, mucha disputa, guerra interna entre unas corrientes y otras. No podemos dejar que esto se convierta en una guerra que ganen unas facciones contra las otras a las que aniquilen en el camino porque es una injusticia y no honra la lucha de las mujeres por la igualdad”, agrega Vallvey.
En cuanto a los principales ‘estados carenciales’ que percibe en la actualidad, expone que “tenemos muchos. Entre ellos yo diría que hay uno principal sobre el que escribo de vez en cuando que es el odio. Socialmente hay unos niveles de odio que considero peligrosos porque creo que son una forma de violencia y ruina. Y detrás de ese odio está la ideología como reflejo en mi libro. Porque la manera que la ideología tiene de activar y poner en marcha a las personas es dándoles motivos de enfado, el odio es movilizador. Ahora mismo, como ya no hay mayorías políticas, cada vez es necesario más odio para que la gente se active”.
En la segunda parte del ateísmo ideológico y en terminar una nueva novela trabaja actualmente Vallvey, autora con una amplia trayectoria jalonada de reconocimientos como los premios de poesía Jaén y Barcarola y el Nadal de novela, además de finalista del Planeta. De este largo recorrido, se queda con “momentos preciosos como éste, el de recibir esta Medalla de mi región, seguramente inmerecida pero que para mí es un momento maravilloso, perfecto. Este tipo de cosas te hacen seguir adelante, porque dedicarte a lo que me dedico no es fácil, es azaroso, si no estás vendido entre comillas, si no has vendido tu alma, es muy difícil comer con regularidad”.
El coste de la independencia es “muy alto, altísimo. Tiene que ver con el comer y eso es duro. Padeces, tienes momentos de debilidad, piensas ‘es mejor dejarlo todo y a hacer puñetas’. Pero también ése es el precio de la libertad y eso tampoco puede decirlo todo el mundo, tampoco es tan fácil ser libre y eso hay que asumirlo. Yo lo tengo asumido, es mi prioridad y creo que éste es mi camino ya”.
Por ello, aprecia especialmente que se la reconozca en Castilla-La Mancha. “Yo me quito el sombrero porque me ofrece la perspectiva de una cualidad y calidad humana que agradezco mucho que exista en las autoridades competentes de mi tierra, donde yo me sentía poeta y ahora me siento, aunque dicen que nadie lo es, un poco profeta”.
