El Concilio Vaticano II contribuyó en España, en unos años “muy agitados políticamente” como los de la Transición, a una progresiva “acomodación del ritmo de la Iglesia al ritmo de la sociedad sin perder su identidad”. Fue un período “muy especial y denso” que el filósofo, historiador y párroco de Fernán Caballero, Francisco Manuel Jiménez, describió este miércoles en su discurso de incorporación al Instituto de Estudios Manchegos (IEM).
Jiménez, en un acto celebrado en el salón de plenos de la Diputación y en el que tuvo como padrinos a Fernando García-Cano y Raquel Torres, disertó sobre la recepción en la Diócesis de Ciudad Real del Concilio Vaticano II, el cual propició una relevante “transformación” de “todo el universo católico”, una renovación de las estructuras eclesiásticas y un cambio de mentalidades y actitudes con un acercamiento de la Iglesia, que “se había quedado un poco distanciada de la sociedad, a los cambios que se estaban produciendo”.
Profesor de Filosofía e Historia en el Seminario y filósofo especializado en Metafísica y Teoría del Conocimiento, Jiménez aseguró que no se esperaba que “tantas personas tan capacitadas y preparadas” como las que integran el IEM se fijaran en él para sumarse a una institución en la que entra con “ganas de colaborar” y aportar su visión de la Historia de la Iglesia en la provincia y Diócesis en posibles trabajos, desarrollo de estudios e investigaciones.
Jiménez, natural de Villamanrique, forma parte del Grupo de Filósofos de Fernán Caballero que se reúnen periódicamente en su casa en la localidad fernanduca para compartir trabajos y abordar diferentes temas. Estos cinco estudiosos a los que les une “la pasión por la Filosofía” eligen anualmente un tema de estudio y este año tratan la “dimensión espiritual del ser humano”, analizando cuestiones como “el alma, no alma, materia, neuronas, ciencia y neurociencia”.
De este grupo forma parte también el sacerdote Fernando García-Cano, que fue el encargado de pronunciar la laudatio en la que describió a Jiménez como una persona con una formación e inquietudes interdisciplinares y “un hombre culto, investigador, incansable y humilde servidor” en su tarea pastoral. A Jiménez le dio la enhorabuena por su incorporación al IEM y a esta institución por haber escogido como consejero de número a una persona con un gran potencial de sabiduría y capacidad investigadora.
Renovador
En su intervención, Jiménez resaltó como rasgos del Concilio Vaticano II la universalidad con un 64 por ciento de obispos de fuera de Europa, la pastoralidad, la libertad efectiva que reunió, la apertura de puertas y ventanas con la presencia de los medios de comunicación y la rápida comunicación de las decisiones que permitieron su pronta aplicación. En España, fueron recibidas sus indicaciones con gozo por parte de unos y con resignación por otros, quedando en un lado los que preferían la tranquilidad de la inacción y en otro los que querían un “Concilio permamente”, siendo la tercera actitud la de aplicar las orientaciones que emanaban del Concilio Vaticano II, tarea a la que se dedicaron en la Diócesis ciudarrealeña los obispos Juan Hervás y Rafael Torija.
Jiménez enumeró las iniciativas impulsadas por ambos para propiciar la adquisición de “la nueva psicología eclesial que pedía Pablo VI” a lo largo de un período de veinte años, desde la clausura del Concilio en 1965 hasta la publicación del decreto sobre la retribución económica del clero de 1986, y que constituye “una etapa fundamental en la que, recogiendo lo mejor de la tradición diocesana, se pusieron los fundamentos para el quehacer pastoral presente y futuro”. Es una etapa históricamente breve que “asombra por la profundidad de los cambios”, expuso Jiménez, que resaltó que en este proceso surgieron nuevas estructuras y las personas llamadas a darles vida fueron “transformándose en su mentalidad y adquiriendo esa nueva psicología eclesial que pedía Pablo VI”.
“Los católicos diocesanos habían adquirido una comprensión de su identidad eclesial y habían transformado su modo de relacionarse con el mundo dispuestos a aportar desde su identidad renovada su contribución a la mejora de nuestra sociedad cambiante”, señaló, para indicar que el proceso se desarrolló con ritmos diferentes, a veces con tensiones y cansancios, “los propios que experimentan los caminantes que no transitan por sendas ya trazadas sino que como afirma el poeta tuvieron que hacer camino al andar”.