La gestión de los regadíos y la necesidad de impulsar nuevas infraestructuras hidráulicas para conectar distintas cuencas de los ríos, conforman, junto con los ajustes de la Política Agrícola Común (PAC), los principales retos del campo español para 2024.
El agua es básica para la producción de alimentos y permite la diversificación de los cultivos y los sistemas en intensivo. Es un modelo más rentable que ayuda a cubrir las demandas de los consumidores en todo el mundo, aunque choque con la trazabilidad medioambiental y los objetivos de la lucha contra el cambio climático.
Respecto a la PAC, cuestiones como los derechos de ayuda básica a la renta para cumplir los exigentes requisitos de sostenibilidad (los llamados ecorregímenes han sido una de las figuras más criticada) o las modificaciones relativas al cuaderno digital para que los productores dispongan de un mayor periodo de adaptación, son algunos de los acuerdos impulsados por el Ministerio de Agricultura para clarificar la aplicación de las medidas que rigen la producción agrícola.
Pero la crisis climática y los fenómenos meteorológicos extremos son los que más preocupan a los titulares de las explotaciones agrarias y ganaderas, ante las sequías prolongadas y el calor extremo que hastían los cultivos o las gotas frías que arrasan producciones, como las del pasado septiembre en diversas provincias de Castilla-La Mancha.
Siguen representando una amenaza para la productividad agrícola y una incertidumbre para todo el sector, que este año espera seguir con el desarrollo en positivo de la Ley de la Cadena Alimentaria, a la hora de cerrar los contratos entre el sector primario, la distribución y la industria.
Es una herramienta clave para una actividad básica para la vida, que hasta ahora apenas ha notado su implementación por las grandes diferencias entre los precios de la venta en origen y el valor que pagan los consumidores.
Y si hay un colectivo tocado en negativo es el de los ganaderos, ante la crisis de precios de sus animales o canales y el lastre en las cabañas bovina, caprina y ovina, especialmente la emblemática de raza manchega, por las diferentes enfermedades que han aparecido.
En Ciudad Real ha visto la luz la Unión de Ganader@s Independientes (UGI), que en pocos meses ha logrado movilizar a más de un centenar de miembros de todas las provincias de Castilla-La Mancha, incluso de otros territorios como Aragón, Extremadura y Andalucía.
Su lucha, sin intermediarios, ha comenzado con la petición a la administración de un plan reestructuración y modernización de la ganadería, similar al del viñedo, para “hacer apetecible que nuestros hijos se queden al frente de las explotaciones y puedan llevar a cabo inversiones”.
El cierre de explotaciones y la falta de relevo generacional son dos de los principales obstáculos del sector, a la espera de respuestas en un deseable mejor año 2024.