Con acierto, la Asociación invita a los visitantes a realizar un camino acompañando a los Magos. Ellos, desde el lejano Oriente –interpretado aquí como Persia– se pusieron en camino porque supieron leer signos en el cielo. Nosotros, desde el lejano Occidente, queremos emular su camino; su búsqueda del Rey definitivo nos interroga: también nosotros andamos buscando y no nos atrevemos a ponernos en camino para encontrar la meta de todo lo que anhelamos. Buscamos reyes en sitios equivocados –simbolizados siempre en los belenes con la figura de Herodes– y hemos establecido metas cómodas que no dan sentido a ningún esfuerzo.
Si la sugerencia es cierta, Navidad no es tiempo, ante todo, de quedarse parados y llenar nuestro presente de objetos innecesarios; más bien, es tiempo de dejar atrás tantas cosas y quedar ligeros para un camino largo que promete llenar de sentido la vida. Vaciarnos de objetos para llenarnos de presencias, superar la comodidad para abrirnos a la novedad: por ahí caminan las claves de la Navidad genuina.
Asociación de belenistas
Me gustaría subrayar otras dos perspectivas que me parecen sugerentes en el Belén de la Asociación de Belenistas.
En el centro de todo, arriba y lejano, se sitúa la muralla. Puede ser un palacio: el palacio de Herodes en Jerusalén. De hecho, las torres que sobresalen así parecen manifestarlo. Puede ser también la muralla de Jerusalén, la ciudad desde donde gobierna el rey judío, como vasallo de Roma. Al final, camino de Egipto, vemos que Herodes se asoma a un balcón en el precipio que nos recuerda al palacio norte de la fortaleza de Masada. En cualquier caso, se trata de la perspectiva del poder y la capital, tal como aparece también en el evangelio según san Mateo.
Está allá arriba, lejano, y todos los acontecimientos importantes suceden aquí abajo, en los alrededores, en lo pequeño, en la aldea, en los caminos, en la vida cotidiana de la gente. Por estos caminos se desarrolla el itinerario de los magos; en estas encrucijadas es donde hay que buscar el nacimiento del Salvador.
Herodes siempre estará ahí
Por qué seguimos buscando arriba, en los entresijos del poder, la solución a nuestros problemas? Herodes siempre estará ahí, con diferentes rostros, pero no está en sus manos nuestro futuro, no es él el mensajero de Dios y quien está llamado a construir su Reino.
Como diría el papa Francisco, es las periferias de este Belén que simboliza la realidad, en los márgenes de la historia, donde la gente vive y sufre, donde nos visita la esperanza y es posible recibir al Redentor.
Una última perspectiva de reflexión me la sugiere el lugar en que está situado el Misterio: en el último rincón. Efectivamente, ahí nació Dios: en el último rincón de la geografía y de la historia, sin protagonismos, sin heraldos, sin poder, sin medios de comunicación a su servicio.
Pero este rincón es, a la vez, una sorpresa para el visitante del Belén: no se lo espera cuando dobla el recodo para continuar su itinerario. Así es también Dios entre nosotros: sorpresa inesperada, libertad que no se deja dominar por nuestros planes y proyectos. Semanas antes de Navidad ya han comenzado los preparativos de los amigos invisibles y las comidas de empresa y los regalos de los magos… Podemos disponernos también para acoger al Dios que ha prometido venir, pero su irrupción será siempre inesperada y gratuita, desbordante y libre.
La escena más cercana
Por fin, el rincón del Misterio es también la escena más cercana al espectador de todo el recorrido por el Belén monumental. ¿No es esto un signo de la encarnación? Belén es Emmanuel, Dios-con-nosotros-, Dios cotidiano, Dios en lo pequeño, el Todopoderoso que quiere tocar nuestra debilidad. Herodes está arriba, observando y controlando: Dios está aquí abajo, con nosotros, sufriendo a nuestro lado y tocando nuestras heridas: he ahí el misterio fundamenal de estos días.
¡Feliz Navidad!